ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  6 de noviembre de 2019
                               
 

Bloqueo y blocao

Tras las encuestas y el debate de televisión a cinco, el debate del adoquín de Rivera y de la mamada de Iglesias, muchos pesimistas creen que estamos otra vez abocados al bloqueo en esta España donde todo está más parado que un avión de mármol, como decía Paco Gandía, tanto en el Gobierno de España, remoquiete que se repite en toda la publicidad institucional audiovisual, como en el de la Generalidad de Cataluña. Pero a mí no me preocupa hoy el bloqueo que muchos han sacado como consecuencia de un debate en el que dan por ganador a un extrañamente descorbatado Abascal, sino el blocao. Y explico qué es esto del blocao.

El blocao, palabra perdida en las memorias de África de nuestras coloniales guerras de Marruecos, era un fortín militar construido como puesto avanzado en territorio enemigo, tal como una exenta torre albarrana en la Reconquista. Era un recinto fortificado con troneras y sacos terreros, al que había que llevar los suministros atravesando peligrosos territorios batidos por las jarcas de Abd El Krim. Cualquiera que haya leído "La forja de un rebelde" de Arturo Barea en su primer tomo del ciclo africano de sus vivencias sabe lo difícil y arriesgado, heroico algunas veces, que era llegar hasta el auxilio de refuerzo de tropas o de los habituales suministros y lograr entrar en el blocao.

Me he acordado del blocao como símbolo del valor de nuestras tropas en la visita de los Reyes y de la Princesa de Asturias a Barcelona para la entrega de los premios Princesa de Gerona, título que ostenta la Heredera de la Corona, que placeándose, está ganándose todas las simpatías. Me preocupa que para que S.M. visite una parte de su Reino tengan que construirle en Barcelona un blocao. Eso fue lo que las medidas de seguridad tuvieron que crear para la salvaguarda de las personas reales: un blocao que envolviera el Hotel Juan Carlos I y el Palacio de Congresos. Un blocao protegido por tres cápsulas de seguridad. Ah, y para que Don Felipe VI pusiera el pie en una parte irrenunciable de su Reino tuvieron que ir por delante 1.500 policías de refuerzo para contener a las violentas turbas y hordas independentistas y, aparte de anticonstitucionales, antimonárquicas.

Y a la gente esto le ha parecido incluso normal. Y han comentado que por qué tuvo que ir el Rey a Barcelona con la que está cayendo. Se cuestionó la necesidad de implicar a la Princesa de Asturias en cuestiones tan desagradables para una muchacha que acaba de cumplir los 14 años. Ah, y hay a quien le parece normal que nadie del Gobierno de la autonomía catalana acudiese a la entrega de los Premios Princesa de Gerona, acto bastante catetito y pesado por cierto, pero altamente simbólico de que el Rey no cede ante chantaje alguno. Como les parece normal que el empresario de las elegantes alpargatas Castañer, invitado al acto, fuera agredido por las violentísimas jarcas, incendiarias de retratos del Rey y de la bandera de España, que trataban de impedir que nadie llegara al blocao. Y de nada de esto se habló a fondo en el debate, como la gravedad del asunto requería. Y esto es lo más me preocupa: que estemos aceptando como normal que un territorio españolísimo de este Reino se haya tirado al monte sin que el Gobierno de la nación haya movido un dedo para aplicar la Constitución en un parte de la Patria que ya damos poco menos que tan perdida como Filipinas y esa Cuba a la que, por cierto, envía el Gobierno al Rey para blanquear la dictadura castrista y que encima tenga que retratarse con tiranos hispanoamericanos como Maduro o Evo Morales.

Bloqueo de verdad es el que se ha producido en los resortes del poder del Estado para aplicar la Constitución y considerar como lo más normal que tengamos que proteger a Su Majestad en un blocao cuando visita una parte de su Reino.

 

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