ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  6 de enero de 2020
                               
 

La Cabalgata de la Investidura

Mientras pasaba con sus beduinos, sus carrozas y sus caramelos esa maravillosa ilusión infantil que el Ateneo ofrenda cada año a Sevilla en forma de alegría de la Cabalgata, ejemplo de esa sociedad civil que dicen que no existe, yo pensaba en otra Cabalgata. Triste Cabalgata. No era la Cabalgata de la Ilusión, sino de la Desilusión. No llevaba tronos de los Reyes Magos, e incluso ponía en duda la existencia de los propios Reyes, como la portavoz filoetarra de Bildu, que hizo muy bien Teresa Jiménez Becerril yéndose del hemiciclo para no tener que escuchar un discurso al que sólo le faltaban las capuchas de la ETA, los tiros en la nuca, las cartas de extorsión a los empresarios y el zulo de Ortega Lara.

Pasaban por Sevilla el Gran Visir y la carroza de los Dioses del Olimpo, la de Alicia en el País de las Maravillas, la del Viaje a la Luna. El suelo se alfombraba de caramelos con Melchor, Gaspar y Baltasar. Los niños gritaban la misma frase que un día dijeron esos padres que ahora los llevan de la mano: "¡Melchor, echa caramelos!".

Yo mientras, tras la depresión que hemos cogido muchos españoles constitucionalistas por lo que nos espera viendo el debate de investidura y sus lamentables recuelos de ayer por la mañana, pensaba en la otra Cabalgata, la del Congreso de los Diputados. ¡Menuda Cabalgata, menuda partida de desalmados que quieren destruir a España desde dentro!

Abría el cortejo, con el azul de sus luces de emergencia centelleantes, una sección de la Guardia Civil de Tráfico recién llegada de Navarra para cumplir las condiciones que el PNV, siguiendo instrucciones de sus amigos filoetarras anexionistas del Reino foral. Seguía en el cortejo la Carroza de Los Rufianes, muy curiosa: llena de mesas de diálogo y de sillones para no perderlos ni dejar de cobrarlos, así como de sediciosos condenados disfrazados de petición de amnistía. Todos los políticos presos que iban en la carroza arrojando lazos amarillos al público no vestían el clásico traje a rayas de los reclusos, sino que iban con el uniforme separatista de presos políticos. Venía luego la Carroza del Conflicto Político, la misma que otros años, antes de Sánchez, había salido con el nombre de Golpe de Estado con Referéndum Ilegal y condena del Supremo por sedición. A continuación, la Carroza de la Desjudicialización, decorada con papel mojado de sentencias del Tribunal Supremo, y, a modo de beduinos, rodeada por una corte de abogados del Estado sumisos y de jueces progresistas dispuestos a hacer lo que mande el Ejecutivo. Y una nota de humor: la carroza del Ujier del Vaso de Agua, patrocinada no sé si por Lanjarón o Fontvella, donde unos señores perfectamente uniformados les acercan en la tribuna el líquido elemento a unos impresentables descorbatados de trapillo. Ah, y patrocinada por los que quieren destruir a España, la Carroza de la Ultraderecha, la más citada en todo el corteja, que a algunos no se les caía la palabra de la boca.

Menos mal que, frente a estas Carrozas de la Ignominia y la Vergüenza, había otras que eran las de la Dignidad de España. Por ejemplo, la Carroza de la Anchoa, donde iban unos montañeses insobornables que no habían querido cambiar su dignidad por un presupuesto. Y otra carroza dignísima. La Carroza de la Dama Oramas, decorada con plátanos de Canarias y con mucho, muchísimo respeto a la igualdad entre todos los españoles ante la ley. Carroza tan digna como la de la Inés Arrimadas, estrella valiente de la Constitución.

Y al final, el Gran Mago de la Mentira, arrojando no caramelos, sino firmas en pactos para asegurarse su permanencia en el trono, decorado con colchones de La Moncloa, amiguetes comunistas de su coalición de Frente Popular y coronado por un Falcon. Ni que decir tiene que esta Cabalgata de la Desilusión es la que mañana nos echará carbón a todos los españoles que seguimos defendiendo la Unidad de la Patria, la Constitución, la Corona, las Fuerzas Armadas, la Guardia Civil, la Policía Nacional, la propiedad privada, los principios cristianos, la democracia y el régimen de libertades de 1978.

 

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