ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  28 de febrero de 2020
                               
 

El otro "esto ya está aquí"

La frase es tan nuestra como los nardos de agosto en el paso de la Virgen o el romero en las calles del Corpus. En cuanto dan las doce campanadas del año nuevo y comienza en San Lorenzo el quinario del Gran Poder, como barrunto de los grandes días que nos esperan, el sevillano dice, lleno de anticipado gozo:

--¡Esto ya está aquí!

Y no tiene que especificar qué es "esto". Todo el mundo sabe qué es. ¿Qué va a ser "esto"? Pues la Semana Santa, las cofradías, los nazarenos, los tambores, las cornetas, la gente elegantemente vestida, endomingados un Lunes o un Martes Santos. Y conforme más se acercan los signos del almanaque que trae un Jueves y un Viernes en rojo, más que exclama el sevillano su "¡esto ya está aquí!". Lo dice con el primer naranjo en flor, la primera torrija, el primer Vía Crucis de una cofradía con su Cristo por el barrio, el anuncio del reparto de papeletas de sitio en su hermandad. Hasta la luz. Hay una luz nueva, luz que espera ya vencejos del atardecer, en estos días previos de las largas vísperas de la Semana Santa, que el sevillano sabe saborear como nadie. Por no hablar de los carteles de Semana Santa que van saliendo, impacientes también, como todos los sevillanos.

Pero este año, ay, lo que no sabíamos era que cuando decíamos que "esto ya esta aquí", lo que estaba era el coronavirus. Ese sí que ya está aquí, para jindama colectiva, cuando no pánico de muchos. Si el sevillano es novelero para todo, ¿no lo va a ser para la llegada del primer caso del virus Covid-19? Y como de valentía andamos cortitos con agua, muchos se han ido directamente a la farmacia a comprarse su mascarilla, y otros han dejado medio supermercado vacío, haciendo acopio de comida, nadie sabe por qué ni para qué, si no hay razones para el pánico. Claro que otros, más realistas, dicen:

-- Con lo grande que es España y es el mundo, estando ahí ya China e Italia, ¿por qué había de caernos a nosotros el primer caso de coronavirus de una persona que, además, no se ha metido en carretera y no ha ido a las zonas de riesgo? Y encima en estas fechas, caernos el cenizo en el Miércoles de Ceniza...

A mí es lo que más me preocupa: los aprensivos sevillanos que ya andan diciendo por ahí que esto puede ser fatal para la Semana Santa. Que igual que Venecia suspendió su Carnaval, aquí peligra la Semana Santa, para evitar posibles contagios en sus aglomeraciones, vulgo bullas. ¿De verdad lo creen? Como en aquella sevillana rociera antigua de Triana, del "aunque llueva o ventee", con la Semana Santa no puede nadie. ¿Cómo vamos a suspender la Semana Santa? ¿Pero estamos locos? ¿Cómo va a conseguir el coronavirus lo que no logró Pilatos, que según la vieja historia del dicho sevillano "por poco nos deja sin Semana Santa" si llega a salvar al Salvador? No va a conseguir el maldito virus lo que no logró Pilatos.

Menos mal que siempre nos quedará la guasa, el mejor remedio contra las tragedias del posible pánico colectivo con el virus dichoso. Ya circulan por ahí, y usted los habrá recibido en su teléfono móvil, los montajes de fotografías de flamencas en la Feria con sus mascarillas de lunares. "De faralaes", que dirán los que no saben nuestro lenguaje. Y a más de uno le he escuchado el supremo argumento de la túnica de nazareno como el mejor remedio de prevención contra el maldito virus, que podría haberse ido a otro sitio y en otras fechas. Son los que te dicen:

-- No, la mejor mascarilla para el virus es el antifaz de nazareno. ¡Eso sí que es una mascarilla en condiciones, por ahí sí que no entra ningún bichito venenoso, como decía Beni de Cádiz! Y si se trata de un antifaz de terciopelo de la túnica de capa de una cofradía de barrio, ni te cuento..

Nada, a mal tiempo, buena cara; y a riesgo de pánico, guasa de Sevilla. Puestos así, dentro de esta guasa sevillanísima, yo diría que los médicos al cuidado de los afectados, mejor que ir vestidos de astronautas como en China o en Italia, estarían bastante más preservados con la túnica de la Carretería. ¡Ahí sí que no entra más virus que la gracia de Sevilla con la Cruz de Santiago al pecho!

 

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