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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 21 de marzo de 2020
                               
 

El último cigarrillo de una santa

Lo que la guerra no consiguió lo va a lograr la crisis del coronavirus. El jueves 26, por orden del Ministerio de Sanidad, cerrarán todos los hoteles de España. Y, entre ellos uno histórico, el Inglaterra de la familia Otero, que ha estado 163 años abierto ininterrumpidamente incluso en los días trágicos de la guerra civil. El hotel resistió hasta las bombas en la guerra, en la batalla de la Plaza Nueva del 18 de julio de 1936, en que la Artillería disparó contra el Gobierno Civil, que estaba a su espalda, atravesando el edificio. Que luego fue cuartel general de los tradicionalistas requetés del Tercio Virgen de los Reyes, como los alemanes estaban en el Hotel Alfonso XIII y los italianos en el Cristina.

El cierre temporal del Inglaterra, espero y deseo que lo más breve posible, me hace recordar una historia de este hotel cargado de ellas. Hasta su reciente reforma, en el delicioso saloncito de la planta baja, como de hotel verdaderamente de Inglaterra, había fotos antiguas del Rey Don Alfonso XIII saliendo del hotel. Una placa dorada recordaba la estancia de Verdi, como podía haber habido otra sobre Jean Christian Andersen o tantos personajes históricos. O algo entrañable y sevillanísimo. Una placa de oro que dijera: "En este saloncito, antes de profesar en las Hermanas de la Cruz, se fumó su último cigarrillo la madre Santa María de la Purísima". Así fue. Santa María de la Purísima era una niña bien de Madrid, del Barrio de Salamanca, que en el siglo se llamaba María Isabel Salvat Romero. Había nacido en la calle Claudio Coello, en 1926. Hija de una familia acomodada, de don Ricardo Salvat, profesor mercantil, y de Margarita Romero, que ya en aquella época en que la mujer no iba a la Universidad era licenciada en Filosofía y Letras. María Isabel Salvat estudió en las Irlandesas de la calle Velázquez. Al estallar la guerra civil, estaba con su familia, como tantas de su clase social de Madrid, veraneando en la sierra, en San Rafael. Pudieron huir a Portugal y de allí pasaron a zona nacional, a San Sebastián. Al término de la guerra, volvieron a Madrid y nuestra santa, a su colegio de las Irlandesas, donde terminó el Bachillerato.

De un gran espíritu religioso, el que se respiraba en su familia, en la Semana Santa de 1942 la trajo su madre a Sevilla, y estuvo en la casa de las Hermanas de la Cruz. Cuya obra ya había conocido en Madrid, pues su espíritu cristiano la llevaba a cuidar enfermos y en un sanatorio antituberculoso se encontró con las hermanas de la Cruz. María Isabel Salvat era tan religiosa como su íntima amiga y compañera de colegio María Ibáñez, que continuó ligada al IBVM tras terminar el Bachillerato. Y en ambas surgió la vocación religiosa. Las dos decidieron hacerse monjas. María Ibáñez, en las Irlandesas; Isabel Salvat, en las hermanas de la Cruz. Y fue en 1944 cuando las dos amigas, tomada la decisión de entregar su vida a Cristo, llegaron a Sevilla. Para entrar María Ibáñez en el noviciado que las Irlandesas tenían en Castilleja de la Cuesta y María Isabel Salvat, en las hermanas de la Cruz.

No se crea que eran dos niñas apocadas y rancias, sino bien modernas. Hasta fumaban en aquellos años en que tan pocas mujeres lo hacían. Y fue el 7 de diciembre de 1944 cuando las dos amigas, con sus familias, llegaron a Sevilla para entrar en sus respectivos noviciados: la una en las Irlandesas de Castilleja, la otra en el convento de Sor Ángela. Las dos acomodadas familias de las dos amigas se alojaron en el Hotel Inglaterra. Era la última noche que pasaban fuera del convento. Y allí, en aquel saloncito del Hotel Inglaterra, antes de acostarse, en la víspera del 8 de diciembre de 1944, a la hora en que quizá las campanas de la Giralda anunciaban la fiesta de la Purísima, la que habría de ser santa como hermana de la Cruz con ese sevillanísimo nombre de la Inmaculada, se fumó su último cigarrillo. Al día siguiente, cada amiga habría de entrar en la elección de su vocación, Irlandesas y Hermanas de la Cruz. Se apagó aquel último cigarrillo en el Hotel Inglaterra y se encendió la llama de la santidad en aquella niña bien de Madrid que se hizo hermana de la Cruz. Recemos a Santa María de la Purísima para que pronto vuelvan la salud y la normalidad al mundo, y a abrir aquel hotel sevillano donde se fumó su último cigarrillo.

 

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