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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 23 de marzo de 2020
                               
 

El Vaticano juega a los pasitos

La de cosas increíbles que estamos viendo con la crisis del coronavirus... Y las que nos quedan por ver. ¿Pues no que el Vaticano, el mismísimo Vaticano, se pone a jugar a los pasitos? Tal como suena. "Jugar a los pasitos" llamamos en Sevilla a la desmedida afición que tienen los "frikis de capirote" catalogados por el gran Paco Robles para buscar pretextos con los que sacar a la calle procesiones extraordinarias o para frivolizar los aspectos más serios y profundos de los ritos pasionistas de las cofradías. Son sus ganas de sacar pasos a la calle cuando sea y como sea, con cualquier pretexto, que si los cuatrocientos años de aquello o los trescientos de esto. El caso es que no falten delanteras para los cangrejeros ni caídas de palio para los sensibles. Ni el chunda, chunda de las marchas procesionales y volver el paso a su templo a las tres de la mañana.

Y mire usted por dónde, el mismísimo Vaticano, a la vista de que esta Semana Santa, por la crisis del coronavirus, no van a hacer estación de penitencia las cofradías, ha propuesto sacar los pasos en septiembre. Tal como suena. Por muchos matices que queramos hacer, esto es lo que hay. Lo que ha dicho la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que en un comunicado dirigido a los obispos les señala directrices e indicaciones para realizar los actos y cultos de la Pasión del Señor después del verano, entre el 14 y el 15 de septiembre: "Las expresiones de piedad popular y las procesiones que enriquecen los días de la Semana Santa y del Triduo Pascual, a juicio del obispo diocesano podrán ser trasladadas".

Pues no, mire usted. Las cosas en su tiempo, y los nabos en Adviento. Y los cultos de la Semana Santa, cuando la primera luna llena de primavera. La del Parasceve de los versos malos de Semana Santa que riman Macarena con pena. Es como si trasladamos el Nacimiento de Cristo a agosto. Eso de querer celebrar la Semana Santa en septiembre y de trasladarla de fecha como si fuera una fiesta civil más, como la suspendida Feria de Abril, es no entender la mitad de la mitad del sentido de las estaciones de penitencia ni el espíritu de las hermandades de Sevilla. Y lo que más me extraña es que quien firma el documento es el prefecto de la Congregación para el Culto Divino, el cardenal Robert Sarah, que ha estado en Sevilla, que dicen que ha visitado la Basílica de la Macarena y que, según leo, allí lo hicieron hermano efectivo de la hermandad de la Virgen de la Esperanza. Más incomprensible todavía. ¿Cómo a un macareno como el cardenal Sarah se le ocurre trasladar la Semana Santa a septiembre? ¿O será macareno al modo como Julio Iglesias es socio del Real Betis, de relaciones públicas, una cosa así? De otra manera no me lo explico.

Palacio, como en el lenguaje coloquial de las cofradías se le llama al Arzobispado, tiene la palabra. Y la palabra de Sevilla entera es clarísima: lo que dice el Vaticano es una barbaridad. Algo fuera de contexto y de cacho. ¿Pero cómo vamos a celebrar la Semana Santa en tiempo de vendimia y no cuando florecen los naranjos? ¿Vamos a ponernos a hacer torrijas en septiembre? Salvo los muy partidarios de sacar pasos a la calle, creo que habrá muy pocos verdaderos cofrades sevillanos que estén de acuerdo con la descabellada idea vaticana. Y el sevillano de a pie, lo mismo. Aplazar la Semana Santa va contra todos sus esquemas devocionales y tradicionales. En ese caso, también se aplazaría habitualmente a otra fecha la salida de muchas cofradías si no pueden hacer estación en su día señalado de la Semana Santa por culpa de la lluvia. El sevillano ya se ha hecho a la idea de que este año no hay cofradías en la calle por fuerza mayor, como si lloviera toda la Semana Santa. Y todo lo demás sobra. ¿O va a tener que sacar Julio Cuesta los guardados papeles del pregón que nunca llegó a dar, para pronunciarlo una semana antes del 14 y el 15 de septiembre? Hay que estar muy en las claves de la religiosidad popular y de la estética y la tradición de Sevilla para comprender que no se puede jugar a los pasitos con el aplazamiento de la Semana Santa. Dios nace en Navidad y muere por todos nosotros cuando la primera luna grande de la primavera. Y Sanseacabó, que diría Curro Romero cayéndosele dos lágrimas al ver a su Cristo de los Gitanos...

 

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