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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  6 de abril de 2020
                               
 

Una Sevilla de sueños

Parece que nos hubiéramos puesto todos de acuerdo, ¿verdad, dilectísimo Ignacio Camacho? Cada cual, por el camino más corto, no el que con Montesinos elige la memoria para herirnos, sino el que a través de la nostalgia nos lleva a la Esperanza (con mayúscula, naturalmente) ha llegado a la misma conclusión. Que este año sin cofradías todos estamos viviendo la mejor y más perfecta Semana Santa: la de los recuerdos, la de los sentimientos, la que se nos fue un día de entre las manos, como agua que huye, con la masificación, los aforamientos del Cecop, las vallas, las sillitas, las bullas que ya no eran la vertebración de las masas, sino la confirmación de la pérdida de muchas cosas en la ciudad. Demasiadas.

¿Y las sillitas de los chinos? Permítanme, frente a tanta muerte y tanto dolor, una nota de humor, a ver si así elevamos los corazones: "Sursum corda". O permítanme un baño de realidad, vaya usted a saber. Los chinos han dejado de vendernos sillitas plegables de una en una para que los niñatos se sienten a ver las cofradías contra toda antigua costumbre, como si cada uno tuviera la escritura de propiedad de ese trozo de acera donde plantifica con su asiento y no deja pasar a nadie, aunque lo impidan las ordenanzas municipales. Los chinos han dejado de proveernos de sillitas plegables para vendernos aviones enteros de mascarillas, de respiradores, de trajes de protección para los más que beneméritos equipos sanitarios que luchan contra la enfermedad en primera línea, a veces sin más protección que la blanca sarga de una bata del SAS. Y si me siguen permitiendo una sonrisa (porque al mal tiempo hay que ponerle buena cara), no sé si se han fijado que hemos dejado de hablar de los respiraderos para hacerlo de los respiradores. Terrible. Aquí ya no hay respiradero bordado sobre faldón que valga, ni respiradero de plata de los talleres de Seco Valasco. En una España donde faltan los respiradores en los hospitales, ¿quién va a hablar de los respiraderos de los palios?

Y frente a este desolador panorama, al que no se le ve la punta ni el fin, y que cada día que pasa no es un día menos, sino un día más, y los que habrán de venir, la consolación que nos queda es soñar. Soñar en aquellas Semanas Santas de nuestras vidas que seguimos teniendo tan presentes en la memoria como si acabáramos de vivir aquellos momentos imborrables.

Hoy, aunque no veas nazarenos blancos camino de San Gonzalo, ni vengan por El Foso las madres del Tiro de Línea tras su Cautivo, verdadero retablo de figuras sevillanísimas de la Pasión, vamos todos a vivir nuestro mejor Lunes Santo de muchos años. En la memoria. En el sentimiento. En el recuerdo. Yo ahora voy a la calle Santiago y veo a La Redención, y un repeluco con el palio del Rocío, como cuando Rafael el Poeta iba de patero. Y me da tiempo de emocionarme simultáneamente con esas madres del Tiro de Línea citadas, cuando tiro para la calle San Miguel y desde San Andrés baja el silencio, tan auténtico, tan impresionante, tan Castilla, del Cristo del Traslado al Sepulcro de Santa Marta, con la gota de sangre de su divina mano muerta que Sevilla, en su leyenda, hizo solitaria rosa. Rosa de esta Pasión única, personal, perfecta, tras la Vera Cruz de Cristo y con el Jesús Caído de Las Penas de San Vicente mirándote a los ojos te ponga donde te pongas, porque te está diciendo que viene para salvarte. Para darte esta vida que encuentras en la memoria frente a tantas turbaciones, en la alegría de tu barrio del Postigo que espera a Las Aguas de Dos de Mayo. O las otras Aguas, las de la Virgen del Museo, cuya cartela interior has leído tantos años en el palio que te la aprendiste de memoria en el Andén del Ayuntamiento: "Omnes sitentes venite ad Aquas". A ese agua, que no se escapa entre las manos ni la escancian a la cuadrilla de costaleros en un jarrillo de lata, en la mejor ciudad, en la ciudad soñada, en la ciudad ideal, en la Sevilla de los deseos, volvemos todos hoy, antes que a la noche vayamos al Polígono de San Pablo para ver una cofradía que es ya tan del Lunes Santo como El Museo que inventó este día de la Semana Santa.

 

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