ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  11 de julio  de 2020
                               
 

Los gatos de Itálica

En Sevilla hay ratas con trapío y romana de plaza de primera categoría. Ratas de cinco yerbas, ratas en puntas, ratas de las mejores reatas. Hay vecinos que, en vista de que el Ayuntamiento no las extermina a pesar de sus denuncias, se dedican a subir a las redes sociales vídeos de las correrías de estas ratas orondas y lustrosas, que abundan sobre todo en los jardines y están por toda Sevilla. A Beltrán Pérez, el portavoz del PP en el Ayuntamiento, le duele la boca de denunciar esta plaga de ratas sevillanas que no hay forma de acabar con ellas. Con todos los respetos, yo recomendaría a don Beltrán una corrección de tiro en su política, y que en vez de denunciar a las ratas, como el Ayuntamiento por lo visto les tiene tanto cariño que les da lástima exterminarlas, haga todo lo contrario: que apoye a los protectores de gatos, que son los que de verdad acaban con ellas.

En Itálica tenemos el modelo que podía y debía seguirse en Sevilla. En los alrededores de Itálica hay unas maravillosas colonias de gatos. Gatos romanos, naturalmente, que es como se llaman los atigrados de raza común europea. No hay nada que le guste más a un gato que una ruina romana. Hasta el punto de que en Roma, donde los consideran vivos monumentos locales, se pegan la gran vida entre los capiteles y fustes de las ruinas de los foros. El ejemplo puede ser el Largo de Torre Argentina, una plaza que contiene cuatro templos romanos republicanos y los restos del Teatro de Pompeyo, en el antiguo Campo de Marte, y donde vive una ilustre colonia de gatos que se sienten dueños de aquellas ruinas e incluso son una atracción turística, pues una asociación de amigos de estos felinos hasta vende camisetas con sus retratos, para recaudar fondos con que alimentarlos y cuidarlos con el veterinario. Y para controlarlos, mediante la castración, para que su multiplicación no se convierta en un problema. Por no salir de Roma, el ejemplo de Torre Argentina ha sido copiado en nuestra Roma interior por la Plataforma Santiponce Felino, que con todo mérito protege a las colonias de gatos que viven en torno a las ruinas de Itálica. La Plataforma Santiponce Felino tiene censados unos 200 gatos pertenecientes a las 15 colonias, y desde febrero del año pasado han logrado castrar a un total de 52 ejemplares, 34 de ellos gracias al apoyo del Consistorio. Y es su pretensión, que desde aquí apoyamos y que solicitamos a don Beltrán Pérez que la mueva también desde el grupo popular de la Diputación, que el gato romano, el amigo de las ruinas, el más independiente de los animales domésticos, el más amigo de la libertad, pase a ser, como en la romana Torre Argentina, un símbolo de Itálica.

No sé cómo las asociaciones que claman contra el maltrato animal no se levantan contra el odio que el Ayuntamiento les tiene a los gatos, que extermina en el Zoosanitario. Me dicen y ojalá no sea verdad, que al tapiar la antigua Fábrica de Vidrio de La Trinidad, han emparedado dentro a toda una simpática colonia gatuna, que no pueden los pobres tener ni comida ni bebida. ¡A salvar los gatos de La Trinidad, don Beltrán, verá usted cómo no queda por allí una rata viva! Y a regular y ayudar a las asociaciones que quieren ocuparse de estas colonias de gatos callejeros, como los "Cuidadores de Gatos Ferales", en cuyo nombre me escribe don Manuel Álamos para pedir públicamente que el Ayuntamiento, en lugar de multarlos y prohibir que se alimente a las colonias de gatos callejeros, les expida, como se ha hecho en Cádiz, un carné oficial de alimentador felino que les permita ejercer su protección a estos seres maravillosos, pues ahora multan a quienes dan de comer y beber a esta criaturas de Dios, auténticas estatuas vivientes de la Libertad, que fueron dioses en el Antiguo Egipto, cosa que ellos no olvidsan tan fácilmente. Miren ustedes cómo en Itálica no hay una rata, ni una culebra, ni bicho alguno. Lo mismo pasaría en Sevilla si el Ayuntamiento protegiera y ayudara a los Cuidadores de Colonias de Gatos Ferales, que se acababan las ratas. Y que conste que todo esto no lo digo yo. Me lo dicta mi gato, el único vivo que nos queda, ay, de la colonia casera que teníamos y que hasta libros me inspiró, los de mis inolvidables Remo y Rómulo. Gato casero que vive como un marajá y que se llama, obviamente, "Romano".

 

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