ANTONIO BURGOS | ANTOLOGIA DEL RECUADRO


ABC de Sevilla,  11 de agosto  de 2020
                               
 

Ni cuestión con cofradías

 

Publicado el 21 de abril de 1979

 

"Burgos —me decía el patriarca don Santiago Montoto—, no se olvide usted nunca del refrán, que viene en el Covarrubias: «Ni fías, ni porfías, ni cuestión con cofradías»"

 

El maestro Santiago Montoto me lo repitió más de una vez, después que hubiéramos arrancado de la Punta del Diamante y hubiésemos tomado una copita en el Bar Giralda, calle Mateos Jago —que es como suena en sevillano, no «Gago»—, calle Mateos Jago arriba.

 

—Burgos —me decía el patriarca don Santiago Montoto—, no se olvide usted nunca del refrán, que viene en el Covarrubias: «Ni fías, ni porfías, ni cuestión con cofradías»…

 

Lo que pasa es que uno intencionadamente se olvida a veces del refrán que tan a menudo citaba don Santiago. Porque cree que ya va siendo hora de que ese refrán sea sólo una cita del Covarrubias. Si todo lo sometemos a crítica, el Ayuntamiento y la feria, el patrimonio artístico y la literatura; si los sevillanos tenemos un debate abierto sobre el ser y la esencia de la ciudad misma, ¿por qué han de permanecer intocables las cofradías?

 

—Tienes a los cofrades divididos con tus artículos sobre los costaleros -me dijo ayer Filiberto Mira.

 

—Y eso, ¿es malo o es bueno?

 

—No sé... ¿Tú qué crees?

 

Y le respondí lo que ahora escribo: yo creo que eso es saludable y equitativo. La Semana Santa tiene tantísima fuerza que hasta debe crearse sus propios anticuerpos, para seguir con vida larga y feliz. Porque aquí, por fortuna, tenemos cofradías no para años, sino para siglos. Pero entiendo que la mejor forma de que las tengamos durante siglos es justamente ésta: con sentido crítico y con un amor responsable por Sevilla. Creo que han pasado a la historia los tiempos de incensario y de qué bien está todo, y qué bonito es. En cuestión de cofradías creo que debemos superar, por narcisistas y aduladores, los tiempos autocomplacientes del «desfiló brillantemente a continuación la Real, Ilustre, Fervorosa y Pontificia Hermandad y Cofradía de Nazarenos de...» Si hay un parón motivado por una cofradía, ¿por qué no ha de decirse? Si un estreno le sienta a un paso como un Colt a San Benito, ¿por qué no ha de describirse?

 

—Sí, pero los trapos sucios han de lavarse en casa...

 

O no. Los trapos sucios de la ciudad se van a empezar a lavar en el salón de los plenos y verá usted cómo funciona la superautomática. Si las cofradías forman parte consustancial de la vida de la ciudad -que la forman, y a mucha honra-, no deben estar al margen. Meter las cofradías en un fanal, en un cristal de invernadero, es como reconocer que son algo que el aire de la calle y de los tiempos puede matar. Y nada más alejado de la realidad. Si hablamos de las cofradías, si nos planteamos sus cuestiones, es por algo que no debe olvidarse: porque las amamos por sevillanas, por tradicionales, por nuestras. Ojo, que no vaya a pasar aquí como ocurría antes en España, que hasta el título de español se le negaba al que se atrevía a decir que las cosas quizá podrían rodar de otra forma. Si hemos acabado con los monopolios de la patria, también deben concluir las exclusivas del sevillanismo. Y todas las opiniones deben tener su ágora, su carrera oficial.

                      

Veo que el Consejo de Cofradías va a someter a debate interno el tema de los costaleros. Me parece de perlas. Y si en los papales se refleja algo de ese debate, mejor que mejor. Creo que así, con discusión, podremos encontrar la auténtica verdad aceptada de Sevilla. Aunque olvidemos al maestro Montoto, de vez en cuando conviene tener cuestión con cofradías. Porque es tener cuestión con la verdad de lo que todos amamos como nuestro.

 

 

  

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