ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  23 de noviembre  de 2020
                               
 

Como aquel día de San Clemente

23 de noviembre. Día de San Clemente. Aniversario de la toma de Sevilla a la morisma por San Fernando. Aniversario de la entrada de Sevilla en Europa, en la civilización cristiana occidental. Uno de los más hermosos días del otoño en la ciudad, alfombradas de doradas hojas secas las avenidas del Parque, con la luz todavía de una claridad no usada, a un mes aún del día más corto del año.

23 de noviembre. Procesión de la espada por últimas naves de la Catedral, la Lobera del Santo Rey portada por el alcalde, resonando el órgano que hace más silencioso el templo cuya almohade torre mayor salvó Don Alonso el Sabio, el hijo del Rey Conquistador que fue conquistado por la ciudad de sus amores, donde sus restos descansan en la urna de plata.

Me viene a la memoria en este 23 de noviembre, en este Día de San Clemente en que se completan pero amplían los días de las medidas de restricción perimetral impuestas como precaución contra los contagios, para tumbar su curva, lo que don Juan de Mata Carriazo y Arroquia nos narraba sobre la conquista de Sevilla por San Fernando en sus clases de Historia de España en los cursos comunes de la vieja Facultad de Filosofía y Letras de la calle San Fernando, por donde ya empezaban a no pasar las cigarreras de las coplas del Pali. Don Juan de Mata Carriazo... Nada le molestaba más que tomaran su nombre de pila como primer apellido, y le dijeran "Mata Carriazo". Era Juan de Mata como podía ser Juan Nepomuceno o Juan Bautista. Andaba Carriazo por la Historia como Pedro por su casa. De la protohistoria de Sevilla en el tesoro del Carambolo al Repartimiento. Y a propósito de la reconquista fernandina de la ciudad nos contaba una visión ciertamente novelesca, que describía con una riqueza casi cinematográfica. En aquellos días de la reconquista, nos contaba, la ciudad quedó desierta, después que el Axataf, doblemente genuflexo en aquella larga cambiada a portagayola al rumbo de la Historia, entregara las llaves de Sevilla al Santo Rey. La ciudad, nos narraba, quedó abandonada por sus habitantes y yo creo que por allí andaba Fernando Villalón para censar en las islas del Guadalquivir a los moros que no se quisieron ir, pero que abandonaron Sevilla. Sólo quedaban perros vagabundos sin amo en las calles de aquella ciudad reconquistada y aún no ocupada por los cristianos de Castilla.

Día de San Clemente de 2020 y, como en 1248, cuando la Reconquista fernandina, una Sevilla desierta, con las calles vacías, yo creo que ahora ya hasta sin perros vagabundos. El silencio de la soledad, el vacío que lo hace hiriente en los oídos de una ciudad antes alegre y confiada, callejera, ansiosa de Pascuas, de iluminaciones, de bullas en las calles del centro, de bolsas con compras impacientes que no esperan al Black Friday. Una ciudad que a partir de las 6 de la tarde está como la boca del lobo, por donde da miedo ir solo, sin cruzarte con nadie. Ojalá San Fernando empuñara otra vez su invicta espada y nos devolviera ni más ni menos que la que creíamos eterna alegría de Sevilla.

 

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