ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  5 de diciembre  de 2020
                               
 

Amargos naranjos

No sé si hay fecha fija para la anual recogida de la abundante cosecha de naranjas de los árboles callejeros de Sevilla. Sobre las que hay preciosas leyendas, no sé si con visos de realidad, de que desde tiempos de Lord Wellington el Ayuntamiento enviaba una buena cantidad de sacos a Londres, al Palacio de Buckingham, donde hacían con ellas las mermeladas amargas tanto gustan a los británicos. Si no es verdad, debería serlo. Y hasta podríamos poner en algunos buenos ejemplares de naranjos, por ejemplo los del Alcázar, o los del Patio de tal nombre de la Catedral, ese letrero tan británico de: "Árbol proveedor oficial de mermelada amarga para la Real Casa de Gran Bretaña". Digo que no sé si hay fecha fija para la recogida de naranjas, pero la verdad es que ahora mismo están hermosísimos los naranjos callejeros de Sevilla, cargados de fruto. Y al ver tantos, y tan cargados, con ese colorido único, tan pictóricos, me ha acordado del "esplendor de gloria de otros días", cuando Sevilla era como una nueva Roma del soneto de Cervantes y nos llegaban turistas de medio mundo y de parte del otro medio. Todos se quedaban sorprendidos con las naranjas en los árboles de las calles, y muchos preguntaban:

--¿Se comen?

Y les respondían que depende: que si le gustan a usted las naranjas amargas, con las de los árboles de las calles de Sevilla puede usted asegurarse el postre o el zumo del desayuno para una buena temporada. Pero en caso contrario, mejor vamos a dejarlo para que los ingleses hagan esa mermelada de naranja amarga que en muchos casos lleva en las etiquetas de sus elegantes frascos el nombre de Sevilla por las tiendas más exquisitas de Londres y por todo el mundo. Son amargos los naranjos de Sevilla, como nos recordó en el título de un libro el novelista José María Requena.

Decía que me he acordado cuando Sevilla era cervantinamente triunfante en ánimo y grandeza porque no había nada que le gustara más a los grupos de turistas japoneses que hacer fotos a las naranjas de los árboles en las calles. No digo ya fotos artísticas, como las tan conocidas de un árbol en fruto en el catedralicio Patio de los Naranjos y al fondo el Cuerpo de Campanas de la Giralda. Los japoneses les hacían fotos a todo árbol callejero con naranjas que se encontraran. Había un restaurante en la calle Arjona, junto a los antiguos Almacenes del Rey, donde estaban especializados en servir comidas de menú de su gusto a estos grupos de japoneses. Llegaban en el autobús de su recorrido por Sevilla, quizá camino de Córdoba o de Granada, y en cuanto echaban pie a tierra se ponían como los locos a fotografiar las naranjas.

Está muy bien que los naranjos nos den hogaño esta belleza con el colorito de sus frutos sobre el verde. Este año, ay, no hay riesgo de que por las naranjas no recogidas no puedan ponerse en flor en marzo. ¿Para qué queremos este año los naranjos en flor trasminando vísperas, si no tienen que anunciar, ay, el "esto ya está aquí" de los días del gozo? El recuerdo de aquellos días sí que es amargo. Como los naranjos de Sevilla.

 

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