ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  5 de febrero  de 2021
                               
 

Indulto para un incienso

Tiene usted delante no un artículo, sino una instancia oficial. Dirigida en tiempo y forma al delegado municipal de Turismo, Urbanismo y Hábitat Urbano, don Antonio Muñoz, para pedirle algo tan lírico é inmaterial como el indulto de un olor. De un olor de Sevilla. ¿No dice la canción que Sevilla tiene un color especial? Pues también tiene un olor especial. Muchos. Me daría para rellenar muchas carillas si los nombro todos, y siempre se olvidaría alguno. Pero diré los más característicos: el olor de los naranjos en flor, cantado en mil poemas y sevillanas, cuando se va acercando la primavera, como heraldo de ella, todos buscando el primer blanco brote de azahar entre los árboles; el olor a agosto y a madrugón devoto de los nardos de la Virgen de la Reyes; el primitivo olor de los calentitos del puesto de Alfonso frente al Arco de la Macarena, que anda que los fríen en un sitio feo y con qué honra usan la palabra nuestra de la calentería andante y no la churrería a la madrileña que ponía nervioso a Montesinos; el olor a dama de noche de los veranos, esos que nadie sabe de dónde vienen, que se adivinan en el aire, que lo serenan y refrescan. Mil olores, como digo.

Y el incienso.

Esto es ya punto y aparte. Hueles a incienso y hueles a Semana Santa. Hueles a delantera de paso, a nube entre los ciriales, a monaguillo llevando la talega del carbón. El incensario es "el péndulo del tiempo" que marca los más emocionantes momentos de Sevilla. Hueles a función principal en la Catedral, a tarde de seises eucarísticos en junio, a procesión de gloria. Eso, a gloria, con procesión o sin ella. A gloria bendita. A Sevilla.

Si será nuestro el incienso, que fueron los reyes que le echaron los Magos de Oriente al Niño Dios, en la primera Cabalgata que organizó el Ateneo. Oro, incienso y mirra. El incienso sería el que le llevaría Gaspar, ¿no? Tengo que preguntarlo donde más se sabe de Reyes Magos, en el Ateneo. ¿Y qué le pensaría llevar a Jesús el legendario cuarto rey mago, Artabán, que dicen que se quedó traspuesto en la siesta y llegó tarde a la Cabalgata y no lo pudieron coronar en el Rectorado? Como dicen que los Reyes fueron a Belén desde por aquí, desde Tarsis, para mí que este incienso nuestro, el de las cofradías y las procesiones sacramentales de carráncanos, es el que se dejó aquí el legendario cuarto rey mago que nunca llegó a Belén. Tanto incienso pensaba llevar y había comprado, que nos lo dejó aquí para siempre. Para la primavera. Y, sobre todo, para esos puestos callejeros que yo no creo que los haya en otro lugar en el mundo. Como todo se acaba, ahora cierra el Ayuntamiento, ay, el puesto de incienso de la calle Alcuceros, vulgo Córdoba. ¿Qué mal hacía a nadie que allí oliera a gloria bendita, señor Muñoz? Recapacite y piense en que Sevilla tiene un olor especial en el incienso. Y saque su pañuelo naranja e indulte al muy sevillanísimo incienso de la calle Córdoba. Si es por quitar, quite mejor a los manteros subsaharianos que le hacen la competencia al asfixiado comercio del centro.

 

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