ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  25 de febrero  de 2021
                               
 

El primer nazareno en La Campana

Esta primavera no nos la ha robado, ni el año pasado ni en el presente, el maldito virus. Pase lo que pase con la Semana Santa, hay siempre un primer nazareno que llega a La Campana. Pero no a La Campana de las sillas abonadas de toda la vida, del palquillo del Consejo, de la petición de venia, del escudo del Betis siempre encendido en el balcón de su peña. Este nazareno del que hablar quiero llega por estas fechas al escaparate de la centenaria confitería La Campana. Y nunca llega solo: forma tramos, casi siempre junto a la maqueta de algún paso. Son los nazarenos-bombonera de La Campana, que los venden desde tiempo inmemorial, sevillanísimos. No tienen nada que ver con esos otros de caramelo en forma de nazarenos como de por ahí. Estos nazarenos del escaparate de La Campana son tan nuestros, que no les falta un detalle. Los hay de capa y de cola. Los hay que llevan cirio y los hay con vara, que deben de ser los que llevan más años en la memoria del escaparate ante el que todos nos paramos de niños con admiración y ganas de demostrar ante los amigos lo que sabemos de cofradías:-

-- Mira, este es de la Macarena.

-- No, chiquillo, es de la Esperanza de Triana, ¿tú no ves que lleva toda la túnica verde?

¿Quién inventó estos nazarenos del escaparate impaciente de las vísperas que este año se quedarán sólo en eso, en gozosas y benditas vísperas? ¿Vísperas de nada? No, vísperas de la nostalgia, de los recuerdos, de las evocaciones, ¿les parece poco? Quien los inventara tendría que ser un sevillano con paladar y con amor por nuestras cosas.

Lo que más me gusta de los nazarenitos del escaparate de La Campana es que los ves y parece que estás contemplando el paso de las representaciones de las hermandades en el cortejo del Santo Entierro, ante la sucesión de túnicas de todas las cofradías y colores. Y lo que más me sorprende es la perfecta miniatura de escudo de la hermandad que sobre el antifaz llevar suelen, o también en la capa, como muchas hermandades. ¿Y los cirios? Tiene que haber una Cerería del Salvador en miniatura para que, como en el himno de Andalucía, los nazarenitos del escaparate de La Campana sean "hombres de luz". Hermanos que llevan encendida la luz de la fe, en un cirio que allí, tras el cristal, no hay viento que apague ni diputado de tramo al que traiga loco encendiéndolos una y otra vez con el pabilo que enrollado lleva en su canastilla.

Los nazarenitos del escaparate de La Campana establecen la nómina de sus estaciones de penitencia por su cuenta, y te encuentras a los del Martes Santo junto a los de la Madrugada, en el mismo tramo de la ilusión y del orgullo por nuestras cosas. Los de capa junto a los de cola. Los de un paso de Cristo al lado de otros de un paso de Virgen. Sevilla pura tras un cristal. Ese cristal del escaparate de la confitería La Campana donde los nazarenitos-bombonera son como un anticipado cartel de la Semana Santa en cuanto estalla la Cuaresma. Porque en Sevilla la Cuaresma estalla. Como la flor del naranjo.

 

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