ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 6 de mrrzo  de 2021
                               
 

Nuestro azahar

Igual que todos creemos, y suele ser verdad, que nuestra cofradía es la mejor de Sevilla por una causa u otra, también estamos todos convencidos de que hemos sido este año los primeros en ver en estas largas vísperas de la primavera un naranjo en flor. Cada cual, además, cree que los naranjos de su barrio son los que antes y con mayor fuerza y olor florecen en toda Sevilla. Y te citan su calle y te dicen que pases a verlo, para que no los dejes por embusteros. Con cincuenta mil naranjos callejeros que dicen que hay en las calles, plazas y jardines de Sevilla, ya me contarán la cantidad de historias sobre estos pugilatos sobre el primer azahar, dando por descontado que el mejor es siempre el nuestro, el de nuestro barrio, el de nuestra calle, casi el que está debajo de nuestro balcón.

Pero me ha ocurrido este año la más hermosa y delicada historia sobre el primer azahar, prueba de la sensibilidad que tiene el sevillano y de ese poeta que todos llevamos dentro. A la hora del almuerzo, que parece que la tienen cogida para los repartos, llamaron al telefonillo del portal para decir que me traían un paquete. Me extrañó que, igual que el telefonillo del portal, no sonara al rato de ascensor el timbre de la puerta de casa para hacer entrega del paquete, esos chavales que ya no saben hablar de usted y que tutean al mismo Rey:

-- Firma aquí y dime el número de tu carné de identidad.

Pero pasaban los minutos y al timbre no llamaba nadie. Pensé que era una equivocación o una estratagema de los repartidores de propaganda que piden que se les abra diciendo que traen "correo comercial". Pero hete aquí que lo que sí sonó al punto fue el teléfono móvil, con la recepción de un mensaje por WhatsApp. Me lo enviaba un viejo amigo, vecino de nuestro barrio del Arenal: de allí tenía que ser... Abrí el mensaje. Un portento de finura y de delicadeza. Ponía:-

"Ya tiene usted la primera muestra de azahar a los pies de su puerta. Cuando la abra, allí estará".

Acudí a abrir, naturalmente, con la curiosidad y la impaciencia de un chiquillo que se despierta en la mañana de Reyes. Abrí la puerta y allí estaba... Iba a decir una rama de naranjo con su azahar y sus blancos botones deseando abrir. Pero no. Estaba un trozo de la mejor ciudad, de la que nunca se perderá, mientras queden estos olores y sigan ejerciendo de sevillanía estos amigos y vecinos con tanta sensibilidad.

Y en el salón, en el mejor jarrón, junto a los marcos de las imágenes queridas, con agua para que dure lo más posible, está desde ahora ese trozo de la mejor Sevilla, como heraldo de todo lo que fue con el aire de la crisis pero permanece en lo más hondo de nuestros corazones. ¿Y saben lo único malo que le veo a la sensibilidad y delicadeza de mi amigo? Que como lean esto los de Amazon, y haya un medio poeta en su servicio de merketing, ya mismito están montando un servicio de envío a domicilio del mejor azahar de Sevilla. Que es el nuestro, naturalmente.

 

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