ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 7 de mayo  de 2021
                               
 

Pijos

Nos habíamos olvidado de la palabra y hasta del tipo de sevillano que designa, hasta que desgraciadamente las hordas canis han impuesto una bárbara moda: "La caza del pijo". Vamos, como los ingleses la caza del zorro, serán cabritos... Para muchos, ir de pijos es una provocación por lo visto. He dicho "ir de pijos", no "ser pijo". No hace falta ser pijo para aparecer con su aspecto, desde la gomina a la chaqueta cara y ajustada, pasando por la camisa de marca y por el cinturón de firma y el reloj de alta gama. La gomina es al pijo como el puntero al fraile del barómetro casero que siguen vendiendo en la Papelería Ferrer, la centenaria y decana de la calle Sierpes, y que sea por muchos años.

Para muchos, ir de pijos es un disfraz. En Semana Santa, todos los chavales que van con los vaqueros y la parca todo el año se visten de pijos. De punta en blanco de pijos, sin que falten ni la chaqueta azul ni la corbata, prendas que por lo visto repelen a los canis y a sus compañeras las chonis, que en este batiburrillo de ideas que es España hoy, confunden al pijo con la derecha. O con el taco. Pero no todos los pijos están en taco, hay también pijos tiesos. Y de todas las edades. El pijo no nace, se hace. Frecuenta unos ambientes donde ir bien vestido, maqueado, vamos, causa buen efecto y hasta convidan. Pues hay pijos que salen a buscarse la convidada en el bar de copas de moda sin llevar un euro en el bolsillo. Pijos que tienen éxito por su labia, su simpatía, su descaro en muchas cosas. Por eso el pijo se suele hartar muchas veces de recibir convidadas. En copa de balón, naturalmente. Ah, la copa de balón... Como la gomina o la bandera de España en la correa del reloj, la copa de balón es consustancial al pìjo. Hasta podría establecerse un índice de copas de balón per capita para medir la cantidad de pijos que hay en una ciudad. Porque el pijo es de ciudad, no de pueblo.

¿Actualización del clásico señorito andaluz de toda la vida? Pues quizá. Como había señoritos sin cortijo que parecían dueños del Torbiscal y de Juan Gómez juntos, también hay pijos que no tienen dónde caerse muertos, pero que dan el pego a quien los vea. Con decir que se lo han dado a los académicos de la Española que redactaron la primera acepción de la palabra en el DRAE. Que dice así: "Dicho de una persona: que en su vestuario, modales, lenguaje, etc., manifiesta afectadamente gustos propios de una clase social adinerada".

"Gustos propios de una clase social adinerada", no significa que tengan una fortuna. Pijo hay campeón de esgrima, por los sablazos que pega. Con muchísimo arte, eso sí: "Déjame ahí doscientos euros que mañana te los doy". Échale un galgo para encontrar mañana al pijo del sablazo. En varios días no aparece por el bar de pijos que frecuentan. Porque bares de copas hay que en realidad son bares de pijos. ¿Variedad sevillana? Fundamentalmente, aunque en Jerez está también la cosa bien despachadita... Al pijo no le ha afectado la crisis sanitaria y económica y sigue en todo lo suyo. Nada, nada, hay que defenderlo como algo sevillanísimo, como un bien de interés cultural. De "caza del pijo", nada. Honor y gloria al pijo sevillano del que viven tantos comercios y bebercios.

 

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