ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 22 de mayo  de 2021
                               
 

Amigos del albero

No creo que esté constituida como tal, pero existe de hecho una Asociación de Amigos del Adoquín de Gerena, cuya cabeza visible es el arquitecto y ex concejal Javier Queraltó Dastis, mi querido compañero de clase en Portaceli, que con todo fundamento y documentación da la cara por esa flor de las canteras del pueblo que ahora ya sólo nos manda a Sevilla toreros. Estos defensores del adoquín de Gerena como forma tradicional del pavimento de nuestras calles surgieron como paladines del buen gusto ante la ola de losas de La Serena, grisáceas y uniformes, impersonales, que desde el 92 están llenando las calles y las plazas de nuestra ciudad, y que tienen en La Magdalena, ojú, el último ejemplo de lo que nunca debería haberse hecho.

Pero hoy, sábado de las arenas del Rocío si no hubiera epidemia y suspensión de la romería, pienso en otra forma tradicional del suelo de Sevilla que igual que el coronel de García Márquez no tenía quien le escribiera, no tiene quien la defienda, por eso me tiro de espontáneo. Me refiero al albero. La "plaza dura" es el enemigo natural, a muerte, del albero de las plazas y plazoletas de toda Sevilla, el de las aceras de la Feria que te ponía los zapatos con un polvo del camino que no era el del Rocío, sino de la alegría de nuestra fiesta, del paseo de caballos y carruajes, de la visita de caseta en caseta de los amigos. ¡Y cómo olía el albero! En el catálogo de los olores que perdimos y que tanto representaban la esencia de Sevilla, habrá que poner lo bien que olía a tierra mojada cuando las mangas de los regadores esparcían su parábola de agua sobre el suelo de las plazas y plazoletas de Sevilla, con la canción infantil de desafío quizá al fondo: "¡La manga riega, aquí no llega!".

Y qué palabra más nuestra... Aunque muchos, por su comienzo en "al" la pueden creer de origen árabe, un arabismo más sevillano, como los alcauciles y las aljofifas, es de nuestra raíz romana, por aquello de que "no es moro todo lo que reluce". "Albero" viene del latín "albarius", derivado de "albus", blanco. Aunque de blanco, nada: color de oro tiene el albero sevillano, cantado en tantos pasodobles taurinos, aunque no pintado ni versificado como se merece. Hasta tal punto el albero de las canteras de Alcalá de Guadaira es una fuente de belleza y de riqueza, que incluso hubo un ensayo, que no sé si cuajó en cantidades industriales, de una fábrica de la tierra de los panaderos que lo utilizó como materia prima para hacer cemento.

Por todo eso, por las agresiones que cada día recibe a manos de la losa de La Serena en las "plazas duras", merecería que creáramos, aunque no tuviera estatutos, más que lamentos y alegatos, la Asociación de Amigos del Albero de Alcalá. Tan importante, que aparte de lo del cemento, hubo un técnico que inventó una fórmula para que el esparcido por las aceras de la Feria no levantara polverío ni ensuciara los zapatos. Nada, nada, a defender el clásico albero de las plazoletas sevillanas. Porque a este paso no nos va a quedar más que el del pisoplaza de los toros, "la del amarillo albero".

 

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