ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 9 de septiembre  de 2021
                               
 

Ahora, el Paseo Colón

Me encantan (¡marchando una de ironía!) las ordenaciones de la edificación en Sevilla. Cuando se ha cometido un desaguisado irremediable o irreversible, "irreparable" diríamos con adjetivo de Rafael Montesinos, contra el patrimonio histórico-artístico de Sevilla o contra la armonía de su conjunto arquitectónico y del ambiente único de sus calles, es cuando vienen las municipales normas de conservación y preservación. Ha ocurrido en el barrio del Porvenir, en Nervión, o más reciente en La Palmera, donde toda residencia de estudiantes tiene su asiento en el lugar antes había unos deliciosos chalecitos con arbolado y jardinería hasta el comienzo de la parcela, de todo lo más dos plantas, en vez de estos mamotretos que podemos ver, por ejemplo, en la esquina de La Botella. Hablando de La Botella, este paso hasta van a hacer una residencia de estudiantes hasta en el Kiosko de la Melva. ¿De dónde sacan tantos estudiantes, si además las que más se imponen son las clases telemáticas, que se pueden seguir perfectamente desde fuera de Sevilla y venir solamente los días "presenciales" a la Universidad?

Y cuando creíamos que se había calmado esta fiebre en La Palmera y alrededores (la que por ejemplo se llevó por delante, sin que nadie protestara, el edificio industrial interesantísimo donde radicaba el Club Antares), le toca el turno al Paseo Colón. No nos damos cuenta, pero Sevilla tiene un borde en la margen izquierda del Guadalquivir, del Puente de Triana a Las Delicias que es, eso, una delicia. El Paseo Colón era como una continuación de La Palmera y de sus edificios regionalistas, o del San Telmo de Las Delicias, en el que ya hasta se nos había hecho a la vista el "moneazo" (de Rafael Moneo) del edificio de La Previsión Española frente a la Torre del Oro, o donde Soledad Becerril salvó la cuartelera fachada decimonónica de la Maestranza de Artillería en su conversión en Teatro de la Maestranza, sin colocar ningún monstruo de cara al Paseo.

Pero vemos que como todas las protecciones se toman cuando ya no tienen remedio, ahora le ha tocado la china al trozo de Paseo Colón que va de la Real Plaza de los Toros a la esquina de Todogoma, o sea, hasta la calle Adriano. Veremos a ver lo que hacen ahí, donde el Paseo tenía su sabor del tablao flamenco de los autobuses de los japoneses y del taller del desavío de los pinchazos, que hace ya meses se trasladó a la calle Adriano con salida a la calle Arenal, frente al antiguo Mercado de Entradores, ahora Mercado del Arenal.

No apreciamos lo nuestro. No tenemos en cuenta la principal: que Sevilla es un ambiente arquitectónico, una tipología constructiva, que es la que encandila a los visitantes y la que nutre el turismo como nuestra principal industria, ya en trance de paulatina recuperación tras la pandemia y los confinamientos, gracias a Dios. Cuando la desfiguración del Paseo Colón no tenga remedio es cuando vendrá su protección. Aquel Paseo, ay, donde estaba el mítico Bar Colón y su terraza del pescado frito, y donde hasta que se construyó el Puente de San Telmo entraban los vapores en lo que era el muelle industrial de una floreciente Sevilla agrícola que exportaba a Nueva York naranjas y aceitunas.

 

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