ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  4 de octubre  de 2021
                               
 

Piscinas y playa

En las setecientas mil nuevas barriadas que proyectan en los pocos solares libres que quedan en Sevilla, se anuncian creo yo que dos millones de nuevas viviendas, que no sé quién va a llenar.

---¡Anda que no es usted exagerado como buen sevillano!

Corto me quedo. Y esos nuevos bloques de viviendas llevan todos, como no podía ser menos, tres cosas que hay en la vida de Sevilla y que merecen toda complacencia: plaza de garaje, trastero y piscina. En esta explosión como de una nueva burbuja inmobiliaria no hay bloque nuevo de viviendas que no tenga su correspondiente piscina en las zonas comunes.

Las piscinas, ay, las piscinas... Sevilla es una ciudad ansiosa de piscinas. La mayor atracción de las instalaciones de deportivas de los clubs sociales no son las pistas de tenis, sino las piscinas. Que no son para el verano, sino para antes del veraneo, cuando los niños tienen todavía colegio. El ideal, con el que muy pocos edificios de Sevilla cuentan, es la piscina en la propia azotea. Se cuenta, aunque nunca la vi, que así tenia una piscina en la terraza, allí arriba, el Edificio Elcano, gran muestra arquitectónica de la Sevilla de los años 60 y 70, en la Avenida de Moliní. ¿Tenía piscina el Edificio Elcano? Nunca me lo ha probó nadie. El que sí tiene, y es una maravilla, es el Hotel Doña María, donde los turistas se hacen fotos en bañador al pie mismo de la Giralda, porque parece que estás pegándote el chapuzón en el mismísimo y montesinesco cuerpo de campanas.

Y ahora se anuncia en la urbanización que van a hacer a la orillita del río, en lo que fue Fábrica de Tabacos de Altadis, no una piscina, sino una playa. ¡Qué nostalgia de playa tiene Sevilla! Rara es la década en la que no anuncian que van a hacer una playa en el río, como aquella que proyectaba el alcalde Rojas Marcos en San Jerónimo. Para mí que es la nostalgia del Lago Ligustino. Sevilla debió de tener playa alguna vez cuando existía ese lago y estaba en su orilla. Por eso, recurrentemente, sale del fondón de la memoria ese deseo de piscina fluvial. De todas, la más legendaria fue la playa de María Trifulca, en la Punta del Verde, aproximadamente por donde ahora está el puente del V Centenario. En la Sevilla de los tranvías, del hambre y de los corrales, la gente que no podía ir a veranear se quitaba las ganas de playa en María Trifulca, entre garrafones de vino y cajas de zapatos con la tortilla y el bisté empanado. ¿De dónde ese nombre? Hay quien sostiene que por una mujer mayor llamada María, que se encargaba de un conocido puesto de venta en la playa: su carácter gruñón también hizo mella en la vida de muchos bañistas, que pasarían así a llamarla María Trifulca. Playa, desde luego, "non sancta", por las prostitutas y homosexuales que la frecuentaban, por lo que muchas familias no les permitían a sus hijos que fuesen.

Aunque vamos a dejarnos de María Trifulca y de playa en Altadis... Hay quien sostiene lo más cierto, que Sevilla tiene no una, sino dos playas: Chipiona y Matalascañas. Ahí es nada, estar de la mar a una hora de coche y no tener que sufrir el olor a sardinas asadas de los chiringuitos.

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