ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  26 de octubre  de 2021
                               
 

Hablar con una máquina

Salvo el plasta que nos llama por el fijo y nos tiene más de media hora contándonos sus problemas, sin tener la delicadeza de preguntarnos por nosotros, cada vez es más difícil hablar con una persona por teléfono, si eres tú quien llamas. Siempre sale una máquina, desde un lejano "call center" que a saber dónde está, si en Marruecos o en Argentina. Y quien no sepa entenderse con las máquinas, es como si viviera en los tiempos anteriores a Graham Bell. Aunque llames a la misma Telefónica o a sus competencias, incluida la de la niña que tiene la habilidad de despertarnos de la siesta. Me han dicho que hay una empresa de telefonía donde, ¡oh, maravilla!, cuando llamas quien te atiende es un señor particular, y hablando castellano con acento de España, no de Hispanoamérica o de Marruecos. Un señor amable que te atiende, te pregunta, le puedes responder y al final hasta te soluciona el problema.

El inolvidable cantante Carlos Cano odiaba los porteros automáticos cuando llegaba a casa de un amigo. Lo razonaba con un argumento humanísimo: "¿Pero a ti eso no te da la impresión de que estás hablando con una pared?". No sé qué diría ahora. Hablar con una pared a través del portero automático es al fin y al cabo algo humano: hay alguien arriba que te responde y reconoce tu voz, de modo que te abre sin que tengas que decir nada. Pero ahora no sabemos con quién hablamos por teléfono, con eso de los "call centers", con los que tanta riqueza y empleo crea desde Sevilla mi estimado José María Pacheco Guardiola a través de Konecta. Llamas por teléfono para intentar hacer una gestión, aunque sólo sea preguntar a qué hora cierran, y te sale una máquina habladora. Que te empieza diciendo que cumplen con la normativa de la Ley de Protección Datos. Y como no andes listo y le des al número que detiene la grabación, la máquina es capaz de leerte enteritos los artículos de esa ley. Entonces que ya, por fin, va la máquina diciendo que si quieres esto pulses o digas 1; y si lo otro, que 2. Y así a veces hasta el 7. Y si no es nada de lo que andas queriendo solucionar, te dice que esperes, que te atenderá un operador. Te sale una musiquita y te tiene un buen rato escuchando la "Danza de las Horas", muy propia banda sonora, y de pronto se para. Y cuando crees que te van a atender, la máquina te dice: "En este momento todos nuestros operadores están ocupados; espere o conecte con nosotros a través de Internet en Tutía punto com".

En Sevilla tenemos un servicio municipal de máquina habladora maravilloso, el 010, donde te mandan a Emasesa, a Tussam, a Lipasam, a medio Ayuntamiento. O te dicen que no pinches ningún número, que te atenderá una operadora. Y suele ocurrir allí como en todas partes. Que la chica del "call center" no tiene ese asunto en su protocolo de respuestas. Me pasó al preguntar si estaba completo el aparcamiento de la Plaza de Cuba, como dicen los utilísimos carteles de Las Delicias. Carteles que no tiene la máquina habladora del 010. Porque la chica me dijo algo que es ya la reoca de esta deshumanización informática:

-- Para eso tiene usted que bajarse la aplicación "Sevilla Tráfico" al teléfono móvil.

 

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