ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 29 de noviembre  de 2021
                               
 

Los últimos difuntos de noviembre

En esta Sevilla nuestra pasan las cosas más contradictorias del mundo. Y el caso es que, si así no fuese, esto no sería Sevilla, sino Estocolmo, que es aburridísimo y no hay cofradías. Así que no ha terminado el mes de los difuntos cuando el viernes se encendían ya las luces de Navidad. Que, como hemos dicho, nos parecen un precipitado peligro, una invitación a las bullas con la pandemia como está subiendo y con el nuevo miedo que nos ha entrado a todos con la nueva cepa Omicron sudafricana. Y con pleno mes de los difuntos, de los olvidados difuntos, coincide también en Black Fraday, que ahora dura casi medio mes entero. Ayer fue el primer domingo de Adviento, que es la preparación litúrgica para la Navidad. Pero aquí, a diferencia de lo que ocurre en Centroeuropa, nos saltamos el Adviento a piola, con las tradiciones tan hermosas que ahí allí, como el Almanaque de Adviento para los niños, con chocolatinas dentro, que van sacando y comiéndoselas conforme se va acercando la Navidad, como una especie de caramelos de la Cabalgata anticipado.

Aquí ya estamos en Navidad a efectos oficiales de las iluminaciones y no celebramos el Adviento, cuando aún no ha pasado el mes de los difuntos. Se acaba la costumbre, no sé si sevillana o de toda España, de que las instituciones de la sociedad civil encarguen misas por el alma de sus fallecidos, en el año. No sé si será sevillana o española en general esta costumbre de poner en el ABC las esquelas que convocan a esas misas de Réquiem por parte de la sociedad civil que vertebran las hermandades, los clubes sociales, los deportivos, los colegios profesionales, las casas regionales, qué sé yo cuántas entidades ponen la papeleta con la lista de los nombres de los fallecidos. Con lo que te enteras, ahora, que una persona que aún creías enferma quizá, pero viva, resulta que falleció este verano. Eso que mantengo que morirte en Sevilla en verano es una forma de alcanzar la inmortalidad, porque con todo el mundo en los baños, casi nunca te enteras de esos fallecimientos de agosto. Cuyos nombres ves ahora repetidos, porque vienen en la esquela que puso su colegio profesional, su cofradía o el club social donde iba a jugar al dominó por las tardes.

Como la realidad imita al arte, una de las últimas esquelas que he visto en este mes del antiguo "black" mortuorio, ha sido la de la Hermandad de la Soledad. Y me ha recordado a alguien también íntimamente ligado al barrio de San Lorenzo, como esa cofradía, cual Bécquer. Que en su Rima LXXIII parece que veía encenderse las luces de Navidad y a los priostes pensando cómo van a vestir a la Virgen de la cofradía al quitarle el luto con el que han estado todo el mes: "No sé; pero hay algo/que explicar no puedo,/algo que repugna/aunque es fuerza hacerlo,/el dejar tan tristes,/tan solos los muertos." Terminada la temporada de esquelas colectivas, habrá sido, ay, la última vez que el nombre de muchos sevillanos haya salido en el periódico. Qué solos se quedan los últimos muertos de noviembre con las luces de Navidad encendidas y las calles con las bullas de los regalos.

 

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