ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  24 de enero  de 2022
                               
 

La Catedral del Toreo

A muchos guías turísticos, y ante muchas iglesias sevillanas, les hemos escuchado decir, refiriéndose a una hermandad que en ella resida, que es "la cofradía de los toreros". Que no existe. Hay muchas cofradías ligadas al Toreo, pero no una hermandad de los toreros a la que podamos llamar tal, gremialmente, como Los Panaderos o Las Cigarreras. La Hermandad de la Esperanza Macarena es muy de los toreros, de Gallito a esta parte, y basta ver su Museo, la cantidad de vestidos de torear donados por sus matadores. Y tiene ahora de teniente de hermano mayor a un torero, a Eduardo Dávila Miura. Nada digo de la de toreros ligados a la Hermandad del Gran Poder, seguramente el Señor más bordado en los capotes de paseo. Durante muchos años, Manolo Vázquez era uno de los nazarenos del Gran Poder que iba en la legacía de la Madrugada, a la ceremonia de la petición de venia de la concordia en la Macarena. Nada digo de Los Gitanos, ante cuyo Cristo de Salud se le saltan las lágrimas de emoción a Curro Romero. Ni de la de San Bernardo: ese Pepe Luis Vázquez subiendo el puente junto a su Cristo de la Salud, el del altar a cuyos pies está enterrado Cúchares, o esos dorados remates de vestido de torear que tintinean en los respiraderos del palio de la Virgen del Refugio. Y como Sevilla en el poema a Andalucía de Manuel Machado, "...y El Baratillo".

El Baratillo hasta saca una insignia dedicada la Maestranza de Caballería, la propietaria de la vecina plaza de los toros, de la que sólo lo separa la calle recientemente dedicada al rectísimo Don Otto Moeckel. No me echen mucha cuenta, pero me parece que junto a ese guión llevan vara Morante de la Puebla y Rafael Peralta Revuelta. Y si en San Bernardo está enterrado Cúchares, en El Baratillo recibe culto la imagen de San José que le donó "Josep Delgado `Illo´", como dice su pedestal. Cuenta la historia que de la hermandad era un cuadro con una imagen de Cristo con la cruz a cuestas que estaba en la esquina de Adriano con Antonia Díaz, ante el que se paraban a rezar las cuadrillas cuando iban hacia la plaza. Esa costumbre la vimos rescatada hace unos años por el mexicano Diego Silveti, que camino de la calle Iris paró el cochecuadrillas ante la capilla y entró a rezar a la Virgen de la Piedad y al Cristo de la Misericordia.

Me ha recordado todo esto el rito funerario de despedida que su familia y el toreo han dedicado a Jaime Ostos, a cuyas cenizas les dieron la última vuelta al ruedo de la plaza de los toros junto con los descendientes de su mítica cuadrilla del Vito, Luis González y Blanquito. Tras esta vuelta hubo un funeral por el alma del que Gonzalo Carvajal apodó como "Jaime Corazón de León". ¿Y dónde iba a ser esa misa por Ostos? Pues en la capilla del Baratillo. Donde el toreo, cada año, da con una misa la acción de gracias por el fin de la temporada. Capilla íntima y torerísima. Dicen que Las Ventas es la catedral del toreo. No: la Catedral del Toreo es la pequeña capilla de la Hermandad del Baratillo, breve como una media verónica, ligada a la tradición de siglos de la devoción de los hombres de oro y de los de plata que se juegan la vida creyendo en Dios y rezándole antes del paseíllo.

    

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