ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  22 de marzo  de 2022
                               
 

Sevilla, inmensa pintada

Es absolutamente vergonzoso cómo tienen los niñatos a Sevilla de pintadas. Dicen los que se dedican a esto, que los hay, que no son pintadas, que son grafitis: "Arte urbano" llegan a llamarlo algunos, que firman sus obras como si fueran cuadros para un museo...o para anunciar "Toros en Sevilla", que todo hay que decirlo. Se creen artistas muchos de ellos, y los que han estudiado este lamentable fenómeno en otras ciudades aseguran que tienen trazas y estilos personales cada uno de ellos, que hay como una competencia entre estos presuntos y lamentables artistas.

Sevilla, que era la capital de la pintura, se está convirtiendo en la ciudad de las pintadas. No hay rincón sin ellas. Los grafiteros se han hartado en los locales que cerraron por la crisis de la pandemia, pintarraqueando los cristales de los escaparates, los cierres metálicos, todo lo que le echen. Aseguran que para estos gamberros con un bote de pintura de spray en la mano es una hazaña pintar en lo más difícil, en lo más vigilado. Y hasta hay quienes intentan poner sus garabatos de colores sobre los vagones del Ave, dicen que esa es la mayor hazaña que pueden conseguir.

¿Qué le sacan a esto? Yo, la verdad, no me lo explico, esta competencia entre los gamberros que se dedican a pintar los blancos muros de la ciudad, sus rincones más recoletos y nuestros, y por descontado las casas abandonadas. Es una marea de pintura parecida a aquella que no sé si recordarán, hace ya muchos años, en vísperas de la Expo del 92, que el propio Ayuntamiento fue el que se dedico a cubrir con un producto que le llamaban "revetón" las fachadas de las casas abandonadas y en ruinas. Hoy, gracias a Dios, en la ciudad de las restauraciones y las rehabilitaciones, cada vez hay menos casos como los que cubría el "revetón" de la Expo del 92, pero más pintadas. Algo tiene que fallar cuando toda Sevilla aparece pintarrajeada. Y yo sé lo que falla: los sistemas de enseñanza, la pérdida de valores que antes se enseñaban en las escuelas y que ya han desaparecido en los planes de estudio, cuando no la disciplina y el orden que se aprendían en el cuartel, antes de que Aznar suprimiera el servicio militar obligatorio.

Al paso que vamos, un día amanece con pintadas la Giralda, porque no respetan nada. Es una subversión de valores y principios la que permite que estos gamberros campen por sus respetos con el bote de pintura en la mano, dale que te pego a dejar la huella de sus pezuñas allá donde pillen. Calles enteras hay que dan pena, de cómo las han dejado de pintarraqueos. Y pintada que borra Lipasam, pintada que vuelve a aparecer al poco tiempo. Un lienzo de muro recién blanqueado es una tentación irresistible para estos niñatos, que la Policía debería tener identificados para hacer pagar a los padres sus vástagos. Y el caso es que esto tiene mala solución. Sí la tiene, pero nadie la quiere aceptar: educación, educación y educación. Y enseñar el respeto a la ciudad como la casa de todos. ¡Mira cómo en el pasillo de sus casas no hacen ninguna pintada!

 

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