ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  26 de marzo  de 2022
                               
 

Mudá en La Campana

En Sevilla una mudanza es una cosa y una "mudá", otra. Una "mudá" es llevar hasta su iglesia desde el almacén donde permanece todo el año la parihuela de un paso, fundamentalmente de Cristo, aunque también hay mudás de parihuelas de pasos de Virgen. Tanta es la afición y tal la fama de algunas, que juntan público, como la mudá del paso de La Borriquita de la Hermandad del Amor, a la que el inolvidable y genial capataz Luis León llamaba "la mudá de la Burra". Y no menos famosa es la "Mudá de los Fantasmas" de La Amargura, en San Juan de la Palma, así llamada por las blancas telas que envuelven a las figuras del paso de Nuestro Padre Jesús del Silencio en el Desprecio de Herodes. Aunque es un traslado brevísimo, de lado a lado de la plaza, desde el almacén situado en la esquina con la calle Gerona a la iglesia de San Juan de la Palma, por el aspecto fantasmagórico de las figuras del misterio envueltas en sus telas blancas atrajo siempre a muchísimos "frikis". Porque hay "frikis de mudás", y se las conocen todas, y hasta podrían editar un programa con sus días y horas para los más jartibles.

Pero hay otras mudás en las vísperas de Semana Santa que no son de pasos, sino de lo que ahora se llama "mobiliario urbano", incluidos veladores. Elementos situados en la vía pública durante todo el año que impiden el paso de las cofradías, especialmente por la carrera oficial, o que crean dificultades y peligros para los peatones y las bullas según las previsiones del Cecop. Son, diríamos, "mudás civiles", no cofradieras. Y de todas ellas, la más significativa, y como pregón visual de que de verdad la Semana Santa ya está aquí, es la del quiosco de periódicos de La Campana, que es retirado de su ubicación de todo el año y situado al comienzo de la calle Martín Villa. Este quiosco, cerrado enigmáticamente desde hace muchos meses, paraíso antaño de los lectores de prensa extranjera por el buen surtido diario que tenían, era el conocido en Sevilla siempre como "el de Curro el de los periódicos", Francisco Martel Barbado. Sí, hubo un Sevilla un Curro famoso cuando Romero aún no soñaba ni ser torero, un Curro anterior a su debú con "Radiador" de Benítez Cubero o a su subida a la gloria del mito de Sevilla la tarde de la Ascensión de los seis toros de Urquijo.

El muy bético Curro el de los periódicos no estuvo siempre en La Campana. Allí pasó hace unos 50 años, desde un modesto puesto que tenía en la calle Sierpes, en la esquina con la calle Rafael Padura. En esa esquina, donde contaban que estuvo el puesto del famoso "agraz de Dolorcitas", tenía Curro el de los periódicos su quiosco de prensa en dos palmos de terreno, invadiendo la calle con los periódicos y revistas, sobre todo si hablaban de su Betis. Siempre con su baby azul marino, mal encarado, porque era de los sevillanos malages, que aquí suelen caer bien. Curro estuvo pocos años en su quiosco nuevo de La Campana, y le sucedió su sobrino, hasta el enigmático cierre del puesto, que a pesar de ello tendrá su mudá anual, que algunos quieren que sea la definitiva para dejar despejado siempre ese lado de La Campana donde han dejado sin veladores a la centenaria confitería, a los que sí que les han hecho de verdad una mudá.

 

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