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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 8 de junio  de 2022
                               
 

Invasión de cotorras

De pájaros en Sevilla sabemos tela. De toda clase de pájaros. Aunque ya no los vendan los domingos en La Alfalfa, rara es la calle donde no escuchas a un canario cantando en su jaula del balcón. El sevillano es amante de los pájaros, y algunos hasta hemos hecho un símbolo de la primavera con los vencejos. No he leído la opinión de ningún experto, pero Sevilla sufre, como Londres, una despoblación de gorriones con sus saltitos de seises, a causa de la contaminación. Y gustándonos tanto los pájaros, no sé por qué usamos la palabra para señalar a las personas "astutas y con muy pocos escrúpulos", como las define el DRAE:

--¡Ese está hecho un pájaro bueno!

De estos pájaros no hay escasez en Sevilla, sino abundancia. De pájaros y pajarracos está la ciudad llena, y especialmente las instituciones políticas. Podría hacerse una estadística de en qué institución anidan más pájaros y pajarracos. Hasta para exportar estos pájaros a Madrid tenemos capacidad. A muchos pájaros se los llevan sus jefes nacionales a Madrid tras haber demostrado ampliamente su, digamos, "pajarez" en Sevilla o en Andalucía.

Pero no son estos pájaros, sino las aves, los de "pájaro que vuela, a la cazuela", los que preocupan. Por las invasiones que padecemos a veces de algunas especies no autóctonas, que se reproducen exponencialmente y llenan el arbolado de la ciudad. Padecimos la invasión de las tórtolas turcas, con su zureo parecido al de las palomas, que todo lo llenaban, y que parece que, no sé por qué, cada vez son menos, afortunadamente. Que yo sepa, no se hizo campaña alguna de exterminación y erradicación de las tórtolas turcas.

Y ahora viene la invasión de las cotorras. Alguien que compró una cotorrita para los niños y cuando se hartó de ella, como los perros tristemente abandonados en las gasolineras, les dio Puerta, Camino y Mondeño. Y las cotorras se reprodujeron hasta empezar a preocupar por los daños que sus excrementos provocan en la piedra de los monumentos, como las palomas. Barcelona, por lo visto, fue la primera ciudad española que padeció la invasión de las prolíficas cotorras que todo lo llenan: parques, arbolado callejero, jardines, monumentos, edificios. En la Catedral dicen que las cotorras han echado a los sevillanísimos cernícalos y que están de "okupas" en sus mechinales. Y el Ayuntamiento ha comenzado una campaña para capturar con jaulas las cotorras por toda la ciudad, que en otros lugares matan a tiros de escopeta de aire comprimido. Pero no es nada nuevo esto de las cotorras en Sevilla. Siempre hemos tenido invasión de cotorras: tías cotillas correveidiles que gozan con llevar y traer cuentos y chismes, habladurías, peleas familiares y desgracias ajenas. Para mí que estas son las cotorras más dañinas de Sevilla, la invasión más antigua. Estas cotorras habladoras son peligrosísimas. Sobre todo cuando levantan un infundio contra alguien y añaden: "Pues lo sé de muy buena tinta".

 

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