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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 17 de junio  de 2022
                               
 

La calle que fue Jueves

Como la novela "El hombre que fue jueves" de Chesterton, hay un Sevilla una calle que fue Jueves. Con mayúscula. El mercadillo semanal de los más curiosos y peregrinos objetos de segunda mano, que dio nombre a la calle Feria, por la que cada jueves del año, excepto el Jueves Santo, se celebraba allí. Y no al revés, como se cree. No era el Jueves de la calle Feria, sino que Feria se llamó así por el mercadillo, que en 1292 reguló el rey Sancho. Tiene por tanto la mayor antigüedad de las ferias de Sevilla, más que la de Abril o la de San Miguel. Y era tan peculiar y pintoresco que en 1833, Richard Ford lo comparó con el zoco de El Cairo, tal era su pujanza y la variedad de objetos a la venta. No falta la leyenda de quien compró un cuadro que luego expertizaron como un Murillo. Y algún viajero escribió: "Ni en el mercado de diamantes de Amsterdam he visto discutir a un comprador con un vendedor por el precio de una gema como a un tratante de la Plaza de los Carros con un cliente que quería media docena de alcayatas viejas y oxidadas". En un puesto de hierros viejos de este rompeolas de Sevilla encontró don Juan de Mata Carriazo un bronce que vendían como el tirador de un armario, pero que resultó una pieza tartésica: la que desde entonces se conoce como "el Bronce Carriazo".

El Jueves que hemos conocido era sólo parte de lo que fue en sus mejores tiempos. Llegaba desde el final de la calle Regina en San Juan de la Palma hasta la iglesia de Omnium Sanctorum. Hay muchas viejas postales coloreadas donde vemos a las mujeres acercándose a comprar en los puestos delante de la parroquia de la calle Ancha de la Feria. Últimamente quedó reducido de San Juan de la Palma a la esquina de la Correduría en la Cruz Verde. Y más se redujo luego, en una nueva ordenación municipal, eso sí, sin perder su epicentro de la Plaza de los Carros, junto al Archivo de Protocolos y Casa Vizcaíno, donde la inolvidable Conchita tenía un puesto interesantísimo de libros viejos, donde te encontrabas, como Carriazo, la primera edición de un libro de poemas de la Generación del 27 en cuanto hurgaras un poco. Fue buena escuela comercial. Enrique Pavón, el derribista que llevaba a gala el sobrenombre de "El Verdugo de Sevilla" que le puso Romero Murube, contaba con orgullo que empezó de chalán en el Jueves. Empleaba esa vieja palabra: chalán. De ahí el chalaneo, el regateo, consustancial con toda operación de este mercadillo como norteafricano. Ahora el Jueves está regulado hasta un máximo de 136 licencias de puestos concedidas por el Ayuntamiento. Pero el mercadillo del Jueves está en los últimos años en total decadencia, como comercio tradicional que es. Y más ahora, con la calle Feria levantada por obras y con la Plaza de los Carros cercada y tomada por las excavadoras. El Jueves que historió Ángel Vela Nieto en su libro "Apuntes de una Feria milenaria" tiene además la competencia del mercado dominical de numismática, filatelia y coleccionismo de la Plaza del Cabildo. Y, encima, las obras, que padece como toda Sevilla. Ilustre Jueves, ojalá vuelva pronto a su esplendor histórico de antaño, cuando hasta merecía que Cervantes lo nombrara en "Rinconete y Cortadillo".

 

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