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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 22 de junio  de 2022
                               
 

Marín o la dignidad

Aunque a muchos parezca inexplicable lo que le ha ocurrido a Ciudadanos en las elecciones andaluzas, al pasar de 21 escaños a cero, tengo un razonamiento para justificarlo. No ha sido por culpa de Juan Marín, sino gracias a Juan Marín. Con su lealtad al presidente y al programa firmado, no ha parecido que en Andalucía gobernara una coalición, sino que todos eran del mismo partido. La muerte del recordado consejero Imbroda sorprendió a muchos al saber que no era del PP, sino de Ciudadanos. De tal manera han funcionado en la gestión de sus respectivas áreas de gobierno que no ha habido ni una disensión, ni una ruptura, ni un escándalo entre los dos partidos; todo lo contrario que ocurrió con Vox a las primeras de cambio. El PP y Ciudadanos han ido en el gobierno de la Junta perfectamente engranados y engrasados. Y la grandeza de Ciudadanos ha sido que, en vez de subrayar su protagonismo político como partido, hacerse notar en solitario, lo ha supeditado todo a ese equipo perfecto de gestión.

En todo esto creo que ha tenido que ver mucho la dignidad política y personal de Juan Marín. El sanluqueño ha demostrado que los intereses que le encomendaron los andaluces tenían que estar por encima incluso de los de su propio partido. Aunque muchos nos metimos con él cuando llegó a las listas por haber pasado anteriormente por otras formaciones, a la vicepresidencia de la Junta vino desde Sanlúcar de Barrameda como la manzanilla que antiguamente subía por el río embarcada: sin remontarse. Y al final pero no lo último, el supremo espectáculo de dignidad de anunciar la dimisión de todos sus cargos en la noche misma de las elecciones, en esta España donde tantos se agarran al poder y al sillón como lapas de piedra ostionera. Y más todavía: rechazar cualquier puesto en el futuro equipo de Juanma cuando sea proclamado presidente de la Junta por mayoría absoluta. Marín sigue creyendo en Ciudadanos, en su partido, tiene la dignidad suficiente como para ponerlo todo por encima de los intereses de aferrarse al poder, caiga quien caiga, aunque sean los principios, a los que no ha renunciado. Es como si hubiera dicho: "No, esto lo han ganado ustedes y yo ahí no pinto nada. Ya estoy yo en mi casa". Tras conocer los resultados, comentó: «Qué he hecho tan mal para un castigo tan duro». Pues las culpas hay que verlas con la moviola, cuando su jefa Inés Arrimadas, tras ganar las elecciones en Cataluña, corrió presurosa a Madrid y no ofreció la menor oposición a los que luego fueron los autores del golpe de estado separatista. Una cosa es como lo ha hecho Ciudadanos en el resto de España y otra la dignidad de Marín y de sus compañeros en la coalición andaluza que ha funcionado como un reloj, pero de pilas, de los que no se oyen.

En estos tiempos de tantos políticos que no conocen la vergüenza, que hoy proclaman solemnemente lo que niegan mañana con el mayor descaro y la menor memoria, lo de Juan Marín es una raya en el agua sanluqueña del Guadalquivir. Como al Piyayo, a chufla lo toma la gente por pasar de 21 escaños a ninguno, pero a mí su dignidad en este amargo trance me causa un respeto imponente.

 

 

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