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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 29 de junio  de 2022
                               
 

Decadencia de la propina

Hemos comentado ya aquí cómo la profesionalidad de muchos camareros, sin la menor formación ni mucho menos afición, no te invita en absoluto a dejar propina alguna cuando pides la cuenta. Es más, algún gracioso local podría rematar: "¿Propina? Si son ellos los que deberían darnos propina a nosotros por sentarnos en la terraza de ese bar impresentable surgido en el "boom" de la hostelería con empresarios que no son profesionales ni le tienen el menor apego al oficio, que ponen un bar como antes era la moda de poner una tienda de muebles de cocina". Punto en el cual pasé la otra tarde por el Restaurante La Raza, ¡y me dio una pena verlo ya cerrado, con todas las mesas de sus jardines recogidas! Allí sí que te daban ganas de dejar buenas propinas, y no como en tantísimos otros establecimientos como han florecido en Sevilla...sin causa justificada.

En las cafeterías del Cortinglés, cuando pides la cuenta viene impresa en el tique la intrucción: "No se admiten propinas". Igual en el impreso que te traen a casa si has pedido en Marcadona que te sirvan el pedido a domicilio. Del mismo modo, en algunos sitios te dan tan pocas ganas de recompensar con "la voluntad" el servicio, que en el tique debería poner todo lo contrario: "Se admiten y recomiendan propinas, a pesar de ese personal tan desagradable; y cuanto mayores, mejor".

Aparte del personal poco cualificado, a la institución de la propina, heredera de la antigua del "bote", del "¡dinero al bote!" be las barras sevillanas, le ha surgido un enemigo importante: las TPV, la Terminales de Punto de Venta para pagar con tarjeta. Aquello del "bote" era en Sevilla una tradición de las barras de los bares que ha desaparecido completamente. Era una alcancía de barro, en la que iba escrita la palabra "bote", o un recipiente de vidrio para que se viera la cantidad de propinas que habían dejado ya los agradecidos clientes. Cuya generosidad pregonaba el camarero que la cobraba:

--¡Un duro al bote!

Y todo el personal que atendía la barra, a coro, respondía:

-- ¡Gracias!

Ahora, sentado en la terraza, pides la cuenta, te traen el aparato para que pases tu tarjeta y pongas la contraseña si te la pide, y sale directamente la cantidad que te cargan en el banco, sin posibilidad alguna de que se sume la propina ni haya bote que valga. En los comienzos de los usos de la tarjeta de crédito, cuando tenían que pasarla por la llamada "bacaladera", solía haber un sistema en la factura en el que a la cantidad a pagar le podías sumar la propina que querías dejar y te lo cobraban todo del tirón. Ahora el que deja sin propina al camarero es el TPV. Raro es el caso de quien, al recoger la copia de su tique que imprimió la maquinita volante de mesa en mesa, deje el dinero de la propina, en efectivo, encima de la bandejita de pago. Pagas con tu tarjeta a través de la TPV y sale exactamente la cantidad de la consumición. Ante la falta de profesionalidad del camarero, te extraña que no ponga en el tique: "Se admiten propinas, pero nadie las da, no se preocupe".

 

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