ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  9 de julio  de 2022
                               
 

No lea las instrucciones

El perro me parece que es un "golden retriver", simpatiquísimo, aunque no me echen mucha cuenta porque los míos son los gatos. Sale en un anuncio de la tele con un desparasitador, más contento que el mundo, pegando saltos. Nunca mejor dicho: como perro que le quitan multas. Y tras las imágenes, con el fondo azul habitual, viene la recomendación que sigue a todas las medicinas o productos de parafarmacia que anuncian, los que no paga el SAS dicen que precisamente por eso, por la publicidad. Tras el anuncio del perro feliz sin pulgas gracias al remedio infalible sale el habitual aviso: "Este producto es un medicamento. Consulte a su veterinario". ¡Qué curioso! A su veterinario, no a la tienda de mascotas donde venden sacos de pienso. Al contrario que las medicinas de los humanos, que se saltan al médico, cuando tras la publicidad sale el cartel de fondo azul: "Lea las instrucciones. Consulte a su farmacéutico". ¿Por qué al farmacéutico y no al médico? Siempre me lo he preguntado. ¿Será para no recargar más las listas de espera de los médicos de familia, esos que dice el SAS que no sabe cómo encontrar, que faltan a centenares, de la cantidad de ellos que se jubilan y no hallan sustitutos? ¿No han protestado los colegios médicos contra esta discriminación en favor de los boticarios? Bueno, el farmacéutico tiene que lidiar con muchas enfermedades a pie de mostrador: los que van para automedicarse y pedir un producto milagroso.

Pero íbamos por las instrucciones. ¿Quién se lee las instrucciones de los medicamentos? Aunque sean las que nos ha mandado lo que antiguamente se llamaba "el médico de cabecera". El Colegio de Farmacéuticos, en colaboración con la Fundación Avenzoar, debería crear un premio para quien ¡a la primera! cuando abre un precintado paquete de medicinas no lo haga por la parte donde viene doblado el papel de las instrucciones, "la literatura" que dicen los médicos, y sí directamente por donde están los blísteres. Y otro premio para, una vez abiertas las instrucciones, quien logre doblar el folleto tal como venía, por los mismos pliegues. Imposible. Siempre nos sale más abultado y no cabe en el envase. Y luego la letra, que parece patrocinada por Oftalmología, porque hay que coger una lupa para leerla.

Pero mejor que no las lean. Que es lo que hacemos los españoles ante todo libro de instrucciones: fiarnos de nuestra intuición para poner en marcha el aparato que sea. En el caso de las medicinas, es mejor que no las lean. Y sobre todo la parte de "Contraindicaciones". Las advertencias que hacen son de pánico. Dicen que puede producir diarrea, o dolor de cabeza, o picores, o erupciones, que no conduzcas, y que es malísima si estás tomando tal o cual otra, o estás maluscón de algo. Un horror. Menos mal que no leemos las instrucciones de las medicinas. No las lean. Si lo hacen, nunca tomarán medicina alguna, del miedo que dan los efectos secundarios que puede tener aquello. No como el perro feliz que le quitaron las pulgas precisamente.

 

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