ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  17 de octubre  de 2022
                               
 

Sin remendón en el barrio

Con la crisis no sólo están cerrando muchos comercios tradicionales, de los que marcaban el carácter de la ciudad y le daban su encanto de un ambiente como provincianito a las calles del centro, sustituidos por las impersonales franquicias, sino que están desapareciendo a mucha mayor velocidad los viejos oficios que ya estaban en trance de extinción. ¿Quién encuentra en Sevilla a un sillero que arregle el asiento de enea de una butaca? Aquellos viejos oficios que iban con su pregón por la calle, como el latero, han pasado a la memoria de los recuerdos de otro tiempo. Y de estos viejos oficios, hasta los que permanecen hasta nuestros días serán pronto un recuerdo.

En el barrio era una institución del taller del zapatero remendón. Bético hasta las trancas, con su póster de la foto del equipo que ganó la Copa del Rey de 1976 firmado por toda la plantilla, su taller era como un lugar de reunión, donde siempre te encontrabas a alguien haciendo tertulia y dándole charlita al eficaz artesano de la lezna y el martillo. Era como un trozo de otro tiempo, pequeño local donde siempre había zapatos esperando la reparación, botas para cambiarles el tacón, otros ya lustrosos y terminados, todos con el nombre del cliente escritos a tiza en la suela. Y las viejas máquinas, como la horma de ensanchar el zapato que te fastidiaba el juanete, o la rueda de esmeril para acabar una media suela que acaba de clavetear el maestro remendón con una pericia admirable.

En cada barrio había al menos un zapatero remendón, en los lugares más increíbles. El hueco de una escalera mismo era a veces lugar más que sobrado para el negocio. En el que nunca faltaban como decoración los recortes de revistas y periódicos, de fútbol o de toros. El remendón, antes que se impusiera la cultura del reciclaje, era nuestro aliado para la conservación del calzado mucho más allá de su natural ciclo de vida. Con unas medias suelas y unos tacones nuevos hacían los remendones milagros. Y echaban imaginación además en arreglos fuera de su especialidad, reparando bolsos, cinturones y toda clase de marroquinería.

El zapatero del barrio se jubiló, tras una bien ganada vida de trabajo y se fue a Constantina, su pueblo. Y le dejó el negocio en traspaso a un muchacho con acento de fuera, que no tenía más de cuarenta años, enamorado de su oficio. No tenía nada que envidiar a las artes del viejo remendón: un prodigio de destreza. En mala hora, el sustituto de nuestro remendón de siempre se mudó a un local más amplio y con mejor sitio en el barrio. Siguió allí con su buen hacer, con la clientela fiel, con su profesionalidad. Hasta que la otra mañana pasé y vi que había cerrado. El local tenía el letrero de "Se alquila". Al joven remendón no le salían las cuentas con la crisis y las subidas de precios. Hasta los zapateros remendones tienen que cerrar sus negocios tradicionales. ¿Cuántos remendones quedarán en Sevilla? En el barrio nos hemos quedado sin remendón. En el silencio del local cerrado, miro a través del cristal de la puerta y aún veo los alisadores, el galgo, la escofina, las tenazas, tanto amor al oficio. Ay, un tiempo que se nos fue, igual que se desgastan los tacones con el paso de los años.

 

Correo Correo Si quiere usted enviar algún comentario sobre este artículo puede hacerlo a este correo electrónico

         

 

 

                                      Correo Correo            

Clic para ir a la portada

¿QUIÉN HACE ESTO?

Biografía de Antonio Burgos


 

 

Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España. 
¿Qué puede encontrar en cada sección de El RedCuadro ?PINCHE AQUI PARA IR AL  "MAPA DE WEB"
 

 

 


 

Página principal-Inicio