Con la de años que llevamos de autonomía, no hemos conseguido en Andalucía algo que hubiera debido ser lo primario en la consecución del autogobierno de la región: la desaparición de la absurda rivalidad entre provincias, la pugna y recelos entre ellas, las mutuas acusaciones, y su sustitución por los grandes objetivos comunes. No creo que en ninguna otra autonomía. Ni en Cataluña ni en Vascongadas, se haya perpetuado y acentuado este enfrentamiento entre provincias. Es lo que más me ha sorprendido y, si quieren, dolido del reciente lance del avión a Nueva York. (Que, además, no es a Nueva York, sino a Newark, que ni siquiera pertenece a ese Estado, sino a New Jersey, y está al otro lado del río Hudson, no del Est River, que es por donde se pasa cuando se va hacia la ciudad desde el JFK, el aeropuerto Kennedy. Ir a Newark, aunque sea a su Aeropuerto Internacional Libertad, no es lo mismo que a Nueva York, al menos contemplado desde nuestra imagen de la ciudad de los rascacielos, creada por tantas horas de películas y de series de TV, que Times Square sale en la pantalla muchas más veces que la Puerta del Sol.)
Me ha preocupado este provincianismo del habitual enfrentamiento entre Málaga y Sevilla. La sensación transmitida ha sido como si Málaga le quitara la cartera a Sevilla en forma de vuelo a Nueva York. Como en "Casablanca" se esperaba como una esperanza el avión a Lisboa, aquí hemos concentrado simbólicamente muchas en ese vuelo directo a Nueva York. Y ha quedado, una vez más, abierta la herida entre las dos grandes ciudades andaluzas, siempre en plena competencia por la primacía turística, económica, museística, espacial, de innovación, de infraestructuras. Es más: con los años me parece que se ha acentuado este enfrentamiento realmente fratricida entre Málaga y Sevilla. Cuando Moreno Bonilla ganó las elecciones, a muchos sevillanos les pareció mal que en su equipo de gobierno y en los organigramas de las consejerías figurasen tantos políticos procedentes de Málaga, como el propio Juanma. Vuelta de hoja del mismo resentimiento de cuando empezaba a andar la autonomía y desde el resto de Andalucía, y especialmente desde Málaga, se acusaba a la Junta de "centralismo sevillano". Algo se olieron ya los impulsores del régimen autonómico, cuando en los primeros pasos de la redacción del Estatuto llegó a pensarse en Antequera como capital de Andalucía, no sólo por estar en el centro geográfico de la región, sino para evitar susceptibilidades entre Sevilla, Málaga y Granada, que no la hemos mentado, pero donde se tienen estos mismos sentimientos contra nuestra ciudad. O más.
¿Y Sevilla, cómo ve esto? Pues Sevilla ve que, como el avión de Nueva York, muchos grandes proyectos despegan y la dejan en tierra. Y No Passsssa Nada. De los túneles de la SE-40 a la Línea 3 de Metro, cualquier otra ciudad tendría ya lo que Sevilla perdió con su habitual resignación. El provincianismo absurdo y suicida de la inquina contra Sevilla se basa fundamentalmente en nuestra indolencia ante todas las oportunidades que, como el avión de Nueva York, nos vuelan, y nos conformamos con el tranvibús y otros inventos sin gaseosa.
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