ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  26 de octubre  de 2022
                               
 

Los puestecillos

Decíamos el otro día que, perdida la ciudad de "ambiente provincianito" que tanto emocionó al querido Carlos Colón, cada vez es más difícil encontrar un artesano de un oficio tradicional y que están hasta desapareciendo los zapateros remendones. A los que también les ha llegado, por cierto, su franquicia: los mostradores de Mister Minit en los espacios secundarios de los sótanos de los grandes almacenes. A las medias suelas las persigue el sino de los huecos de escalera, mecánica en este caso. Hablábamos de los zapateros remendones pero, ¡anda que los puestecillos! Y qué palabra más sevillana, que por cierto no viene en el DRAE. Un puestecillo es algo más que un quiosco. Por cierto: los quioscos también están desapareciendo y ya vimos aquí el caso del de Curro el de los periódicos en plena Campana. Al quiosco de prensa le ha afectado la crisis de la prensa de papel; lo que ocurre es que no tiene Internet por donde vender las revistas y los diarios. No creo que en las increíbles velocidades logísticas de Amazon llegues a pedir a las 7 de la mañana el ABC y lo tengas por debajo de la puerta a las 7 y media. Para eso está algo que recomiendo, que es la suscripción de toda la vida, que era, además, como un signo de lealtad familiar a una cabecera periodística:

--En casa somos suscriptores de ABC desde de mis abuelos.

Los quioscos de prensa o cierran más horas que nunca lo hicieron, por las tardes, o sencillamente desaparecen. En verano, encontrar los domingos o en los días de puente un quiosco abierto es una aventura. Ves a alguien con el periódico por la calle y le preguntas dónde lo ha comprado, dónde hay abierto un quiosco en domingo. Y a los puestecillos le está pasando algo por el estilo: cada vez hay menos puestecillos en Sevilla. Maravillosos y modestos puestecillos, cada uno de una forma de construcción, casi todos pintados de verde, en los paseos, en los jardines, en las esquinas. Donde había de todo, desde las chuches, que eran su principal "nicho de mercado" (que diría un cursi) hasta pilas para el transistor, y, por descontado, el tesoro infantil de los sobres de cromos coleccionables con las fotos de los jugadores de fútbol y las plantillas completas de los equipos. Cromos que salían muchas veces repetidos: ya tenías ese delantero centro del Barcelona, pero te faltaba uno del Real Madrid. Y en los recreos del colegio había como bolsas de cambio de los cromos que tenías y de los que faltaban. Algunos eran tan difíciles, que te los cambiaban por dos, tal era su rareza.

Vuelven los chavales a llenar los álbumes Panini de cromos de futbolistas, pero faltan puestecillos donde comprar los sobres. Más que puestecillos, ahora hay locales en planta baja donde venden chuches al peso, agua fría, bolsas de hielo, refrescos. De todo. El mercado se ha diversificado. Ya son recuerdos como las cigarreras de la calle San Fernando las golosinas infantiles de la copla de la vieja Alameda de El Pali: "La Malena tenía/un puestecillo/que vendía chucherías/pa los chiquillos". La Malena ahora no tendría un puestecillo, sino una accesoria en un local bajo y se hartaría de vender no chucherías para los chiquillos, sino botellas de agua fría para los turistas.

 

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