ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  31 de octubre  de 2022
                               
 

Miedo a la Semana Santa

La Semana Santa es de por sí siempre novedosa. En esta ciudad tan tradicional y apegada a lo de siempre tienen muchísimo éxito novelerías y estrenos. Semana Santa sin estreno es Semana Santa perdida. Y no recuerdo otro año en que haya tantas novedades de proyectos y soluciones para los problemas en estas largas vísperas de la Semana Santa que comienzan mucho antes del Adviento, cuando empiezan en las calles a poner los cables donde han de tender las iluminaciones de Navidad. Y este año, por si faltara algo, Santo Entierro Grande. Y reforma de la calle Sierpes, que veremos quién la conoce tal como la piensan poner, dejando de ser una reliquia de lo que antes de la Expo del 92 era la familiar carrera oficial sin vallas ni pasillos.

Muchos conciben los problemas de la Semana Santa y sus posibles soluciones como una partida de ajedrez, con las cofradías como peones, o como un juego de "stretego". Y se ofrecen soluciones que nos parecen increíbles. Por ejemplo, yo no me imagino a La Hiniesta saliendo a la 1 de la tarde, como si estuviera en el Polígono y no en San Julián, pasando bajo los ahora desiertos balcones de la antigua calle Rubios antes de las 2, y llegando a esa hora al Pumarejo, vulgo Espumarejo. Es como si me dicen que La Paz va a ser la última cofradía en pasar por La Campana el Domingo de Ramos. O que en la Madrugada las tres cofradías de negro, Silencio, Gran Poder y Calvario, vayan las primeras, y que después vengan las de capa, las dos Esperanzas y Los Gitanos, y así hasta las mismísimas claras del día. Ya he dicho que en Sevilla es el único lugar del mundo donde la Madrugada acaba a las 2 de la tarde. O las 3. Hay veces en que todavía no ha entrado alguna cofradía la Madrugada cuando ya hay en la calle una cruz de guía de la tarde del Viernes Santo.

Pero se nos debe ir haciendo el cuerpo a todos estos cambios. Si Sevilla se parece cada vez menos a sí misma, a la Semana Santa empieza a ocurrirle igual. Yo le tengo ya miedo a esta próxima Semana Santa de bullas y de retrasos y de aglomeraciones de Parque Temático de turisteo por calles por donde no pasan cofradías, con tantas ganas acumuladas después de la pandemia. La Semana Santa, aquella Semana Santa íntima y con un sentido único de la medida, que se repetía con éxito y sin problemas cada año, está muriendo de éxito. Se ensayan órdenes de la nómina de cada día, itinerarios de ida y de vuelta, rodeos para evitar parones en los cruces. Y nadie le pone el cascabel al gato, ni se le ocurre. ¿Cuál ese tal cascabel? Pues sencillamente, el "numerus clausus" de nazarenos. Pero dicen que no se puede porque las reglas mandan hacer estación de penitencia. Piénsese que ahora cualquier cofradía del Lunes, del Martes o de la Madrugada lleva ahora tantos nazarenos como antes sumados todos los de ese mismo día. El verdadero problema de la Semana Santa es la saturación de todo y por todo. Soluciones, aparte de los parches en discusión, claro que las hay, como la que digo del "numerus clausus". Pero cualquiera es el guapo que le pone ese cascabel al gato.

 

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