ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  22 de diciembre  de 2022
                               
 

Sánchez hoy no manda

Hay algo todavía más parecido que una portada de Feria a otra portada de Feria: un día de la Lotería de Navidad a otro día de la Lotería de Navidad. Siempre los mismos tópicos, las mismas escenas de agraciados pegando saltos y abrazándose, las mismas frases sobre la veleidad de la suerte, sin que haya nadie que se oponga a esta pesadísima repetición. ¿Objetor de Lotería de Navidad? Pues sí, me estoy declarando en este momento. No juego ni un euro. Desde que no sale anunciándola el calvo, la Lotería de Navidad no es lo que era. El calvo era antes como ahora el Black Friday, el heraldo de las Pascuas. Pero ya, ni calvo ni nada. ¿A que ni siquiera sabe usted ni cómo es este año la campaña de publicidad de Loterías y Apuestas del Estado para promover este sorteo? El de las colas en Doña Manolita, en el caso de Madrid, y del Gato Negro en el caso de Sevilla. Hay que tener ganas o ilusión para ponerse a hacer cola para comprar un triste décimo. Que se puede adquirir en el bar donde tomamos café, o a uno de los pocos loteros que van quedando, o en la tienda de la esquina, pues todo el mundo se ha metido en estas fechas a lotero y ha vendido sus décimos o sus participaciones. Con comisión o sin ella. En cada empresa hay siempre un lotero, que suele ser señora: una lotera. Se encarga de ir a comprar la Lotería de todos los años y venderla entre sus compañeros de trabajo, previa pregunta: "¿Tú vas a querer la misma Lotería de siempre, para guardártela?".

La Lotería ha perdido muchísimo con las hermandades. Antes la venta de la Lotería de Navidad era para las hermandades un ingreso importante. Sobre todo si tocaba simplemente la terminación y nadie se molestaba en ir a cobrar esa ridiculez de reintegro, y el dinero quedaba íntegro para la cofradía. Sí, las hermandades no querían que les tocara el gordo, sino un premio menor, una pedrea de lástima, o una simple terminación del numero del Gordo, porque así tenían asegurado el reintegro. Los mínimamente agraciados no iban siquiera a cobrarlo, sobre todo las pequeñas participaciones, en las que lo más interesante era la foto de la Virgen o del Cristo ilustrándola.

Hoy tendremos las escenas tópicas y pesadísimas de los agraciados pegando botes de contento y poniendo pingando a la gente con la espuma de una botella de cava agitada en plan podio de carrera automovilística. Dirán que "la suerte está muy repartida" y esas tonterías y tópicos propios de cada 22 de diciembre. Fecha que, por el contrario, y dadas las actuales circunstancias de España, tiene una parte positivísima. Este Gobierno que ha asaltado por la puerta de atrás todas las instituciones del Estado, incluida la separación de poderes, por mucho que quiera no puede decidir el número del gordo. Ni sedición, ni rebaja de la malversación, ni indultos, ni ley "trans", ni ley del aborto. Me encanta: la Lotería Nacional es la única parte del intacta del Estado donde Sánchez no puede imponer su voluntad para buscarse la complacencia de quienes lo mantienen en el poder.

 

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