ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  17  de enero  de 2023
                               
 

Lagarto, lagarto

Hay una comparación popular sevillana sobre la lentitud que dice: "Dura más que las obras de la Catedral". Gracias a Dios. Pues las obras de la Catedral son de restauración y mantenimiento, que comenzaron a fondo antes de la Expo con el arquitecto Alfonso Jiménez y el aparejador José María Cabeza, y con un programa de actuación que se viene cumpliendo desde entonces, cuando se inició el saneamiento y consolidación del Giraldillo, con la torre mayor llena de andamios recubiertos con cañizos. Las caras de la Giralda han sido remozadas en su totalidad, como el templo todo, antes y después de la Expo del 92, en que fue la Magna Hispalense llena de tesoros que admirar.

Ahora le toca el turno a la Nave del Lagarto. Lagarto que todos sabemos que no es tal, sino un cocodrilo con una hermosa leyenda. Cuenta que en 1260 una delegación del sultán de Egipto se presentó en Sevilla para pedir la mano de la Infanta Doña Berenguela, primogénita del Rey Alfonso X. El "soldán", como dicen las crónicas, envió como regalos de petición un cocodrilo vivo, un colmillo de elefante y una jirafa amaestrada, que asombraron al Rey Sabio. Pero la Infanta declinó el matrimonio, por no provenir de un caballero cristiano y Don Alfonso rehusó el ofrecimiento del sultán. Pero tanto el cocodrilo como la jirafa se quedaron en los jardines del Alcázar, y, cuando murieron, el Rey mandó disecar el cocodrilo y colgarlo del techo de la Catedral, junto al colmillo de elefante, la brida de la jirafa amaestrada y el bastón del emisario que Don Alfonso mandó a Egipto con la negativa nupcial. El cocodrilo que Sevilla bautizó como "el lagarto" no es el original, sino una copia en madera del siglo XVI. Esta es una versión de la leyenda, pues hay otra que indica que esos objetos están colocados en el techo de la Nave del Lagarto porque cada uno representa una virtud cardinal: el cocodrilo, la prudencia; el colmillo, la fortaleza; el bocado, la templanza y el bastón, la justicia.

La restauración de la Nave del Lagarto, donde está la capilla de la Virgen de la Granada y el Cristo de los Escobones, y en la que quitarán los espantosos vidrios en forma de vagón de tren donde venden los "souvenirs", nos hace pensar que aunque en Sevilla nos dan repeluco los reptiles, contradictoriamente hay dos que reciben todos los honores de la ciudad: el lagarto y las sierpes. El lagarto hasta tiene puerta propia, junto a la Giralda. Por esa Puerta del Lagarto entran los grupos turísticos y está el acceso a la Biblioteca Colombina. Una puerta bastante digna, al lado mismo de cara norte de la Giralda. Este lagarto cae simpático, y les encanta a los niños verlo. Como las sierpes. Dándonos tanta repugnancia las serpientes, Sevilla le dedicó su calle principal, también con una curiosa leyenda: el reptil que allí había y hacía desaparecer a la gente, hasta que la mató un esclavo que así consiguió su libertad. Ah, y por si fuera poco nos queda la Cuesta de las Culebras, que es el arranque de la del Rosario. Le cambiaron el nombre por Villegas. Villegas tiene más poder que los otros contradictorios reptiles legendarios de Sevilla.

 

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