Antonio Burgos / Antología de Recuadros

Diario 16,  18-20 de abril de 1993

Antonio Burgos

Los papafritas

 

1. Teoría general del papafrita    2. Papafritas del fútbol      3. Papafritas de la política

Son días de papafritas. Los papafritas no crean ustedes que tienen absolutamente nada que ver con las patatas fritas. El papafrita hispano no es un tubérculo ni tiene nada que ver con el aceite de oliva hirviendo. Ni hacen crép ni son matutanos. No vienen en bolsas ni regalan cosas enviando justificantes de compras a un apartado postal de Barcelona. Son, como el mismo nombre indica, papafritas, esto es, menos todavía que chuflas, ni siquiera tontos con balcones a la calle. En la teoría y práctica de la nada que estamos viviendo, el papafrita está en todo lo suyo.

España está llena de papafritas. Hay papafritas en todos los ámbitos de la vida nacional. La Banca está llena de papafritas que nadie sabe por qué presiden las juntas generales de accionistas, en las que siempre se levanta a hablar un accionista que, a su vez, es un papafrita, que pregunta la tradicional chorrada de cada año. La Medicina está llena de papafritas que se dan una importancia increíble en el lujosísimo despacho privado con mesa de Loscertales o en la cochambrosa consulta pública llena de sobres con radiografías por todas partes. Pues los papafritas médicos se dividen en dos grandes grupos, a saber: los de la Sanidad pública y los de la privada. Los de la Sanidad pública se subdividen en dos grandes grupos: los que son jefes clínicos y los que todavía no han llegado a jefes clínicos, pero llegarán; en la España de los papafritas todo es cuestión de escalafón, el papafrita es mucho del escalafón. Es triste, pero hay muchísimo MIR que no lo sabe y en realidad está haciendo oposiciones a papafritas de la Seguridad Social. En cuanto a los papafritas de la Sanidad privada, se distinguen a leguas, porque son aquellos que cuando llamas para pedir número de la consulta te pregunta la niña que está atendiendo el teléfono si eres enfermo privado o de una iguala. El papafrita médico particular suele tener en su consulta dos salas de espera, a saber, una para las hordas de Sanitas y compañeros mártires y otra para los de tarifa plena. Caracterízase también el papafrita porque al final de la consulta, la enfermera que tiene (que nunca es enfermera, sino tata distinguida con bata blanca) te pregunta si quieres factura o no la quieres, cobrándote menos, naturalmente, si no la quieres.

Las más clásicas profesiones liberales que le llaman, que no sé por qué les llaman profesionales liberales, si sus integrantes son todos tan conservadores... Las más clásicas profesiones liberales, decía, son refugio importante de papafritas. Claro que también hay papafritas con oposición ganada. Tú le das a un papafrita una notaría de Madrid y se cree alguien en cuanto se ha conchabado con una Caja de Ahorros para hacerse rico en quince días. Tú le das a un papafrita el registro de la propiedad de los municipios donde las Aidas Alvarez se compran su casa adosada, y es que te ve por la calle y ni te saluda. En la arquitectura hay muchísimo papafrita, dividido en dos grupos: aquellos papafritas cuyas obras salen en las revistas internacionales y aquellos otros papafritas que van camino de que sus obras salgan en las revistas internacionales, porque son una jartá amigos de los primeros. Aunque el papafrita arquitecto trata de disimularlo. Hay muchos papafritas de la arquitectura que por el mero hecho de haber estado de turistas visitando Harvard se creen que nosotros nos creemos que ya no son tan papafritas como antes, pero lo son más todavía, pues ingresan en una especie peligrosísima: el papafrita viajado.

No digo nada de la cantidad de papafritas que hay en la economía. Los de la economía suelen ser papafritas con master o papafritas expertos en marketing, que también dan mucho juego, no vea usted los pedazos de Mercedes que se compran. Que el Mercedes, como usted sabe, es el coche emblemático del papafrita por lo civil, como el Audi es el coche del papafrita que ha hecho carrera política. Pero de los papafritas de la política prometemos hablar mañana...

2. Papafritas del fútbol

Decíamos ayer con son los presentes días en que el papafrita nacional, institución patria donde las haya, está en todo lo suyo. Tengo que llamar a don Isidoro Alvarez el del Cortinglés, para ver si entre los grandes almacenes acuerdan establecer el Día del Papafrita, que sería de gran conveniencia social. ¿ No tiene su día y su corbata el Padre? ¿ No tiene su día, su beso y su regalo la Madre? ¿No tienen su día los novios, y la mujer trabajadora, y los del orgullo de ser la Piompa? ¿Pues por qué no han de tener también su día los papafritas, con la cantidad de ellos que hay en el solar patrio, ocupando, además, los más importantes lugares de las ciencias, las artes, la economía, la política, la cultura, la sociedad, la nobleza, la burguesía y el Real Madrid?

--- No me diga usted que Mendoza es un papafrita...

El papafrita, mi querido amigo, tiene un natural acomodo en las presidencias de los clubes de fútbol, o en sus secciones de baloncesto, en las que hace carrera, porque el papafrita es mucho del escalafón y devengador de trienios. La poltrona presidencial, que dice mi admirado José María García (que en modo alguno es un papafrita) es el hábitat natural del papafrita. ¿Qué hubiera sido de tantos papafritas si los ingleses de las minas de Riotinto no hubieran importado el fútbol? En aquellos albores del fútbol y estertores del siglo XIX, los ingenieros británicos que andaban en la explotación de las minas se dijeron:

--- Creemos el Huelva Recreation Club urgentemente, porque ¿qué va a ser de tanto papafrita español si no puede presidir un club de fútbol?

El papafrita, que es generoso en tirar de pluma para firmar avales, y que saca el talonario de cheques más rápido que Gary Cooper las pistolas, está en todo lo suyo en cuanto le proponen:

--- Don José, ¿por qué no se presenta usted a la presidencia?

Quien se lo dice, naturalmente, suele ser otro papafrita, pero con menos pretensiones que don José. Porque una medida del papafrita es que en esta nación donde nadie está en su sitio, el papafrita ocupa por lo menos tres escalones más arriba del lugar en que le corresponde. En esta España donde se hizo tarde y mal la revolución burguesa y la revolución industrial y donde todavía no se ha hecho la tercera revolución, podríamos saltar todas las etapas haciendo directamente la revolución del sitio. La gran revolución pendiente podría ser algo tan arriesgado como poner a cada uno en sitio, al ministro de concejal, y al concejal de presidente de la asociación de vecinos, y al profesor titular de maestro de EGB, y al director del departamento de marketing de vendedor domiciliario. Gracias a que esa revolución no se ha hecho y gracias a que se han construido muchos pisos en los últimos lustros, el papafrita puede ocupar esas presidencias futbolísticas. Porque si ayer hablamos de ciertas profesiones liberales como vivero de papafritas, hoy hemos de reconocer que el sector inmobiliario es uno de los que más papafritas per capita produce en España. La vivienda ha sido motor de la economía nacional y de los papafritas. Al papafrita le encanta llamarse "promotor inmobiliario". Y cuando está ya rico podrido, para que se le note menos se busca el club de fútbol. ¿Qué sería del fútbol patrio sin el sector inmobiliario, y qué sería del sector inmobiliario sin el fútbol patrio? Son conceptos complementarios, como la noche y el día, como el río y el mar, como Aida Alvarez y el chándal, como Cacerolo y el maletín, como Julián y la máquina, como Jimmy y Carlos de Inglaterra... (Y en éstas, otro día que nos quedamos sin hablar del papafrita político. A ver si mañana cae ya por fin, hombre...)

3. Papafritas de la política  

Pues como a la tercera va la vencida, a ver si hoy, por fin, la retórica y preceptiva del género nos dejan echar al perol a los papafritas de la política. El perol, el perol es la clave... Por acercarse al perol el papafrita político es capaz de matar a su padre, de mentir y de callar, que a veces es peor que mentir, pero que suele dar mucho mejores resultados para los que dependen de estar apalancados en un partido. Apalancados. Esa es otra de las claves de la presencia del papafrita en la política. Por ellos habla el silencio de sus traseros, estacionados en los escaños del Congreso como máquinas de votar. Se acaban de disolver las Cortes y, con la disolución, centenares de papafritas han vuelto allí donde nunca debieron salir. Hay muchos papafritas que no tienen mayor mérito que ser puestos en las listas de su partido en puestos de los que llaman"de salir". Para ello se exige fidelidad al jefe, falta absoluta de personalidad. A ver, a ver, dígame usted diez nombres de diputados que hayan terminado su mandato con la disolución del Congreso, una, dos y tres, responda otra vez... ¿A que no les salen más que los nombres de los jefes de fila y los cabeceras de banco? Pues hagamos otra segunda prueba: diga usted el nombre de cinco diputados por su provincia, sean del partido que fueren... Uno, dos y tres, responda otra vez ... ¿A que tampoco le sale ni siquiera uno? ¿Y a que ése que usted creía que va por su provincia resulta que va de cunero por otra?

Diez años de hegemonía de los mediocres en el poder y en la oposición han dado una clase política plagada de papafritas. Aquí a un papafrita pueden hacerlo hasta vicepresidente del Gobierno si se produce una vacante, como le ocurrió al señor Serra, que es quizá el paradigma del papafrita, y mire usted que hay competencia... Cuanto menos se vea, se note, se advierta la presencia de un político, es que es más papafrita. Incluso algunos que no son papafritas van camino de serlo. Guerra, por ejemplo, va papafriéndose progresiva y paradójicamente cuanto más lo apartan del perol y conforme se deja comer el terreno. Que es una característica principal del papafrita, pasar por carros y carretas, por lo que haga falta, antes de dejar de estar en el machito a cualquier precio... Bueno, a cualquier precio no, pues el kilo de papafrita nos está saliendo al mes con unas cosas y con otras a por lo menos seiscientas o setecientas mil pesetas de los presupuestos, es lo que viene a ganar por término medio un papafrita que no dé mucho ruido, como exige su condición.

Y son los presentes días gloriosos para los papafritas porque están todos pensando no en el futuro de España, sino en su futuro personal, no hay nada más egoísta que un papafrita. Al papafrita del Partido Popular ( donde también los hay, y a manojitos) , le trae completamente sin cuidado que Aznar gane o que no gane. Al papafrita conservador lo que le interesa de verdad a estas horas es saber si va a ir por Zamora en puesto de los que salen o si le van a hacer la jangá de ponerlo por Jaén en puesto de los que no salen ni poniéndole perejil a San Pancracio. España está en el gran debate político sobre el ser y la nada, y los papafritas, dándoles palmadas en el hombro a los que hacen las listas. No dependen de los electores, a quienes le traen sin cuidado estas cosas y votan cualquier lista de papafritas que les pongan con el escudo de un partido. Los papafritas dependen de los otros papafritas llegados a más que mandan en los partidos. Que los nuestros son papafritas de lista cerrada..

Son los presentes, por tanto, días de papafritazgo en Ferraz y en Génova. En todas partes cuecen habas y en todas partes fríen papas. Y cuanto ha hecho González para la comisión de listas tiene su qué y su por qué. Quiere quitar de un plumazo a un montón de papafritas de ambos géneros, porque en el PSOE los hay en tales cantidades que se ha dado en distinguirlos entre renovadores y guerristas, todos los cuales están decididos a seguir pegándose la gran vida por su sola condición de papafritas.


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