Antonio Burgos / Antología de Recuadros

Diario 16,  21 de junio de 1993

Antonio Burgos

"¡Cuídate!"

 

Es que no ganamos para sustos con las modas telefónicas ... En las últimas semanas, cada vez que colgamos el teléfono después de hablar con alguien que nos llama desde Madrid, acudimos directamente al espejo más cercano, a ver qué cara tenemos. Porque no hay conversación con ejecutivo de la pomada, promotor de cuestiones del Foro o señor enterado en los asuntos absolutamente superfluos que ocurren en los comedores de los almuerzos y las cenas, que no acabe con un tan enigmático como enérgico:

--- ¡ Cuídate...¡

"¿De qué tenemos que cuidarnos?", pensamos en cuanto colgamos el teléfono la primera vez que lo oímos... ¿Qué nos habrá notado este importantísimo chufla que se ha dignado llamarnos, que al final nos ha recomendado con tal autoridad que nos cuidemos? ¿Es que nos ha visto en alguna fotografía reciente, y nos ha encontrado desmejorados, o con pérdida sintomática de peso? ¿Le ha dicho acaso alguien algo acerca de nuestro aspecto, del estado de nuestro ánimo, del temple de nuestros nervios? Porque lo dicen como el médico al final de la consulta, con tal resolución. Parece que nos acaban de extender la receta cuando nos dicen:

--- Adiós... ¡ Y cuídate¡

De verdad les aseguro que los dos primeros que me llamaron y que acabaron así su conversación me dieron francamente la mañana. Al primero que entraba en mi escritorio le decía, muy serio, me imagino que con voz de preocupación:

--- ¿Me notas mala cara?

---- No, estás que rebosas salud, con un buen color magnífico...

---- ¿Te importa tocarme la frente, a ver si tengo fiebre?

Y me ponían la mano, casi maternalmente, y decían lo que nos comunican gozosos todos los que nos toman la temperatura a ojo de buen cubero:

--- ¡ Qué vas a tener fiebre...¡

Nos íbamos entonces al espejo del cuarto de baño, a mirarnos ojos y ojeras. Vamos, no es que seamos nunca como Calvo Ortega, ni que tengamos habitualmente esas bolsas de viaje bajo los ojos, pero todos sabemos lo que es una mala noche... Pero no era el caso. Nos mirábamos en el espejo y no nos encontrábamos especialmente desmejorados. Nos entraba el cuerpo en caja transitoriamente, hasta que recibíamos la segunda llamada de algún asunto que teníamos pendiente. Y es que no fallaba. Otra vez, al final, con las despedidas y frases de cortesía al uso, esto es, abrazos para arriba y a ver si nos vemos para abajo, el obligado:

--- ¡ Cuídate¡

Y vuelta a lo mismo. ¿Nos habrá notado este tío algo raro en la voz, ese cansancio que dicen que muestran los que están a pique de un repique? ¿O habrá sido alguna tos dudosa? No, si estamos divinamente... ¿ Pero por qué este puñetero tío nos habrá dicho también que nos cuidemos...?

Y así estábamos, casi a punto de irnos a la unidad de urgencias clínicas más cercana, hasta que a la séptima u octava vez que nos dijeron que nos cuidáramos comprendimos la verdad del cuento. Estábamos como robles. Los que estaban debilísimos ante la horteridad de la moda eran quienes nos llamaban y repetían de esa forma la tontería de turno que han oído a otros imbéciles de guardia y reproducen como unos loritos de repetición. La moda ambiente nos costó el dinero de un chequeo y la noche sin sueño que es siempre esperar los resultados de la analítica. Nada, colesterol perfecto, recuento y fórmula en perfecto estado de revista y policía. Nosotros estamos perfectamente. Los que están para el arrastre son los que nos dicen ese "cuídate" tan enigmático. Ya le hemos cogido el tranquillo. Cada vez que el tontorrón de turno se despide con el "cuidate" de moda, le respondemos:

--- El que tiene que cuidarte eres tú, que eres población de alto riesgo para estas tonterías de moda, so papafrita...


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