Antonio Burgos / Antología de Recuadros

Epoca, número 481, mayo de 1994

Antonio Burgos

 


España necesita el espíritu del Betis Augusto

 

Esta temporada estaba lo que se dice perdido el Real Betis Balompié, que es mucho más que un club, que es un sentimiento agónico y glorioso de la vida, siempre entre el ascenso a los verdes campos del edén de la Primera División y los recuerdos de no menos gloriosos partidos de Tercera ante el Utrera y ante el Zafra. Crecidos siempre en el castigo, los béticos tenían puestas todas las esperanzas del verde de sus colores en el partido que debían jugar en Mérida. Y así fue como un senado bético, encabezado por José Rodríguez de la Borbolla, decidió constituirse en grupo de apoyo moral, y , evangélicamente, "dejando atrás familia y pertenencias, y sucintamente aparejados para enfrentarse con las más variadas privaciones, emprendieron vieja a Emérita Augusta, en una expedición que resultó saldada con el éxito", para seguir a "este Betis bueno que no nos lo merecemos". Allí, junto al teatro romano y a Santa Eulalia, pusieron la piedra miliaria de hitos que se repitieron en los campos de Castalia, Badajoz, Leganés y Heliópolis, para el glorioso retorno a la División de Honor... que, como es bien sabido, llámase así por el honor que le concede el Betis de estar de vez en cuando en ella.

Ave Fénix siempre, el Betis comenzó entonces, tras la victoria de Mérida, a resurgir una vez más de sus cenizas, y abrió el camino de retorno a Primera, que los dioses andaluces quieran se haya llenado de hierba verde, tras el partido ante el Burgos, cuando esta crónica imperial vea la dudosa luz del día. Y habiendo comenzado ese camino en Mérida y nombrándose Andalucía como la Bética en tiempo de los romanos, los esforzados viajeros decidieron perpetuar el espíritu de aquella gesta, y constituir legal y oficialmente el Círculo Bético Augusto, "hermandad de hombres --según dice su Manifiesto Fundacional-- que se empeñan en la búsqueda de la excelencia en todas las facetas de la vida, al servicio de la mayor honra y gloria del Real Betis Balompié". Y así fue. La mañana del día en que abril terminaba y mayeaba ya con las calores entre los cipreses y los capiteles de las rotas columnas del tiempo, la ciudad romana de Itálica vio llegar a la más extraña y breve tropa bética. Venían todos en atuendo de Viernes Santo, traje oscurísimo, sobre el que destacaba el orgulloso verde de sus solemnes corbatas. Iban encabezados por el que acababan de nombrar su cónsul primero, José Rodríguez de la Borbolla, y por su cónsul segundo, el profesor jándalo Rogelio Gómez, aquel que descubrió las tres clases de homosexuales que hay, siendo la tercera, el "mariconazo", la más peligrosa, pues es "el que habla malamente de Curro y del Betis". E iba en pos todo el arte bético, senado y pueblo en una pieza: Manolo Mairena, José el de la Tomasa, Pepe Peregil, El Mani, Antonio el Raya, Pepe da Rosa Jr... La biblia en pasta de "La Marcha Verde", el breviario de esta fe y devociones que escribió el poeta bético Antonio Hernández.

Y fue entonces cuando a los pies de la estatua de Trajano Heroico, Rodríguez de la Borbolla dio lectura al Manifiesto Fundacional, del Círculo Bético Augusto: "La constitución del Círculo --leía Borbolla-- tiene lugar en el solar de la antigua ciudad romana de Itálica, lugar desde el cual la civilización mediterránea se expandió por todas las anchuras de la Bética y sitio asimismo desde el que la cultura bética se abrió al universo. Hombres como Trajano, Adriano, Séneca, Peral, Rogelio y Gordillo, hijos todos de la Bética, supieron marcar la historia de su tiempo, hasta convertirse en guía espiritual y práctica para toda la Humanidad..."

--- ¿Pero esto que está usted contando, Burgos, es de verdad o se lo ha inventado usted? Y si es de verdad, ¿es en serio o en pitorreo?

Pues es tan verdad como que el escudo del Betis tiene trece barras y es tan serio como que el Betis, aquella tarde, influido por los dioses romanos de Itálica, le metió tres goles al Eibar. Lo que ocurre, oh lector aún no convertido a la verdadera fe bética, que quizás estés , como dice el Manifiesto Fundacional entre "algunas negras asechanzas y turbias amenazas, enmascaradas, incluso, con el blanco color de la pureza"; lo que ocurre, te decía, oh lector, es que el Betis es un Real Conservatorio de la Gracia Andaluza. Aún se recuerda la gesta de Rogelio, cuando un entrenador, en los entrenamientos, le decía: "¡ Corra, Rogelio; Rogelio, corra!". Y Rogelio, como el dios italicense que en realidad era, se volvió, pleno de armonía y serenidad, y dijo aquella frase que ya tiene mármol:

--- Yo no corro, míster, porque correr es de cobardes...

Eso es el Betis. No es el "manque pierda". El sentimiento bético de la vida, como dice el Manifiesto, no es "una posición fatalista, según la cual haya que aceptar resignadamente las más difíciles vicisitudes; se trata, por el contrario, de la expresión de nuestra concepción del mundo, que es fundamentalmente optimista y esperanzada". Que, tal como está España, no vean ustedes la falta que nos hace a todos, tanto a los que profesamos la fe bética según el rito romano del Círculo Augusto como a los que siguen las futbolísticas religiones de los pueblos infieles.


   

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