Antonio Burgos / Antología de Recuadros

El Mundo, 7 de diciembre de 1995

Antonio Burgos

En el 98 volveremos a perder Puerto Rico

 

¡«Perdone, caballero, pero dos carros se han pegado un cantazo, y como los que guían por este carril están novelereando, vamos a tener tapón...!». Si le dicen a usted esta frase, como me la dijo el taxista puertorriqueño que me llevaba del viejo San Juan de nuestros sueños coloniales a Isla Verde, de momento se queda perplejo. Aquello que le hablan, en efecto, es español, pero ya con grado de desintegración parecido al que tendría el latín en el siglo III por las provincias del Imperio. El taxista quería decirme que habían chocado dos automóviles y que como los conductores se detenían para curiosear, habría un embotellamiento. Siempre que vengo a esta apasionante isla de Puerto Rico me encuentro más en peligro nuestra lengua. Como un símbolo de lo que podría ser y no es, el caso es que la vieja bandera marinera de la Cruz de Borgoña ondea todavía junto a la americana y a la borinqueña en los viejos fuertes coloniales, con murallitas donde la espuma de la mar parece que canta por alegrías y donde difícilmente puedes desmentir a las garitas de los baluartes que no estás en Cádiz. ¡Como que hasta el barrio del istmo que une a la ciudad con el resto de la isla se llama Puerta de Tierra...!

Pero cada vez encuentro el español más agónicamente en liza con el inglés. Hay un habla preciosa, de letra de Noel Estrada, en la voz de los viejos, los puertorriqueños que murieron en todas las últimas guerras defendiendo la bandera de los Estados Unidos, que la muerte boricua también ha sido siempre libre y asociada. Pero los chavales del rap y el pedazo de radio al hombro, como si estuvieran ya en su triste destino de El Barrio de Nueva York, desconocen cómo se dice en castellano cualquier objeto de la vida cotidiana, del biper al celular o al diler que le renta el carro. Es la gran contradicción. La herencia de aquellos estadolibristas que tanto defendían el castellano contrasta con las ínfulas de ser un Estado más de la Unión que ha entrado con la gobernación de Pedro Roselló. Puerto Rico sigue siendo de los pocos países hispanohablantes que escriben en castellano los signos de circulación. El stop es pare, y el no parking es el ultracorrecto no estacionen. Eso está en los letreros. Los senadores que andan en campaña de las primarias hablan de términos por mandatos, las tiendas ponen letreros que dicen: «Durante Christmas no habrá lay-away». Ya no sabe uno qué diccionario traerse para pasear por ese portento de las calles sanjuaneras, donde siempre digo que puedes colocarte todavía en un sitio que es plantarte en la boca de Riego de nuestra historia colonial del siglo XIX: en la calle O'Donnell esquina a Tetuán.

Anda abierto el gran debate del «english only», y me parece que la lengua española tiene compradas todas las papeletas para perder esta guerra, como perdimos las últimas colonias, va a hacer ahora un siglo, y como se ha perdido ya en Florida y California, dos estados bilingües. A los estatistas, que quieren que la estrella solitaria de la bandera puertorriqueña sea una más junto a las barras de la enseña americana, les dicen desde su Washington de su alma: «Si quieren ser un Estado, tienen que hablar nuestra lengua. Se crearía un Quebec en Estados Unidos». Como apoyo a esa pretensión, yo invitaría a Jordi Pujol a que viniera y escuchara a los jóvenes. Eso sí que es un pedazo de inmersión lingüística... en inglés.

En España desconocemos que peligra el futuro de nuestra lengua en tres millones y medio de castellanoparlantes, la misma lengua que ya hay que dar por casi perdida para el millón y medio de puertorriqueños que viven en Nueva York. Los que defienden la actual situación del Estado Libre Asociado y de la ley 936 aportando dólares federales por un tubo a la isla son los más cercanos a la realidad. Me decían: «Ahora el 30 por ciento de la población es analfabeta, pero si aprueban el english only, seremos todos analfabetos en inglés. Si los niños odian las matemáticas en español, ¿cómo las van a aprender en inglés? Llevarán razón los que dicen que vamos camino de no saber hablar ni inglés ni español». ¿No tiene España nada que decir en esto? En 1898, España perdió Puerto Rico. Lo más triste es que en 1998 lo puede volver a perder la lengua española.


 

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