Como un llamador que con sus golpes convoca la atención de los costaleros, han
sonado las notas finales de "Amargura" a las que todos por dentro le decimos un
óle que nos sale del alma. Nos han avisado esos golpes de llamador para meternos
bajo la trabajadera. Y es como si los hubiera dado el magisterio del capataz que
tenía nombre de escultor del Barroco, Ariza el Viejo, pues imágenes efímeras de
perfección en el tiempo modelaba. Como si estuviera llamando Alfonso Borrero,
con todo el arte de la colla del muelle con que creó las levantás a pulso...a
pulso de corazones. O Manolo Bejarano, poderío de una voz de hondura trianera y
frescor de mañana agosteña con nardos de la Virgen. Como si llamara la
reciedumbre de Salvador Dorado, el único Penitente que ha habido con macho
dentro de la tela del antifaz de su hombría, que fue su valentía para salvar de
las llamas cobardes, fratricidas y asesinas a su camarada trianero, el Cristo de
la Expiración. Es, en fin, como si fuera a llamar, perfección y medida, Sevilla
clásica de palio de cajón, el señorío del maestro Rafael Franco Rojas.
Y es como si ahora sus antiguas, recias voces le preguntaran a Sevilla:
¿Estáis puestos, tambores y cornetas, "con la pena cabal de la alegría"?
¿Estáis puestos, tintineos de las caídas de palio, para que hagáis compás con
los varales?
¿Estáis puestos, amaneceres de las murallas del Alcázar, para que se recorte en
vuestra alboreá el crujío del Cristo del Calvario?
¿Estáis puestos, malvas del atardecer del Viernes en Triana, para que entonéis,
como en un cuadro romántico de Barrón, con las túnicas de los nazarenos de la
Virgen de la O?
¿Estáis puestos, cielos de Sevilla, azul Carretería, azul Hiniesta, azul
Baratillo, azul Estrella, azul San Esteban, azul Montserrat?
¿Estáis puestos, vencejos del Museo, para que le quitéis las espinas al Señor de
Sevilla, cuando venga el Viernes quebrando albores?
¿Estáis puestos, tristes balcones vacíos de las casas cerradas y abandonadas, en
los que conmemoramos la pasión y muerte de esta Sevilla soñada que se nos va de
entre las manos?
¿Estáis puestos, naranjos de Las Penas de San Vicente o del Subterráneo por Doña
María Coronel; acacias de las Rondas, rosales de las plazoletas con albero
nuevo, geranios que colgáis de los balcones y que seréis acariciados por los
enclavados dedos del Cristo de las Aguas?
¿Estáis puestos, muros de cal de los conventos, bronces de las espadañas,
faroles de las esquinas, paredes de la Alcaicería, para que pueda caber la
inmensidad de los ojos de Madre de Dios de la Palma?
¿Estáis puestos, Puente de Triana, Andén del Ayuntamiento, Compás de la Laguna,
Rampla del Salvador, ojivas de San Julián y San Esteban?
¿Estáis puestos, capirotes de la calle Herbolario, antifaces de terciopelo,
cinturones de esparto, cíngulos de seda, ropones de los pertigueros, corazas de
los armaos, guerreras de los músicos, fajas de los costaleros, dalmáticas de los
acólitos, rituales ornamentos de la penitencia?
¿Estáis puestos, lagrimeos de la cera en las tandas de las candelerías, luces de
las marías que gozáis de la cercanía de la gracia de la Virgen que como vosotras
se llama?
¿Estáis puestos, rayos de la luna entre las palmeras de la Gavidia, esperando a
la Vera Cruz de Cristo?
¿Estáis puestos, jarrillos de lata, que de plata sois, y cántaros de los
aguaores, que ánforas mejores nunca llevó la Bética al Monte Testaccio de Roma?
¿Estáis puestos, pabilos de las cañas de los Santizos para el supremo arte de
encender una candelería, chorreones de los cirios que vais alfombrando de cera
la carrera oficial como no lo haría ni la Real Fábrica de Tapices?
¿Estáis puestos, mármoles del suelo de la Catedral, para que sientan el doble
repeluco del frío y de la dicha del estreno de Lunes Santo los pies descalzos de
los penitentes del Cautivo del Polígono?
¿Estáis puestos, varales maestros y candelabros de cola, respiraderos, faldones
y maniguetas, zambranas y trabajaderas, traseras que dais jabón por la Cuesta
del Bacalao?
¿Estáis puestos, palcos de la plaza, sillas de Quidiello de la carrera oficial,
palquillo de la venia en La Campana?
¿Estáis puestos cristales de los escaparates de la calle Sierpes, para que se
reflejen las candelerías?
¿Estáis puestos, damascos de las colgaduras de los balcones donde se atará la
palma nueva con lazos de los colores de la hermandad, para que, agarradas sus
manos a vuestra barandilla, desaparezca en un instante ese saetero que se
santigua en cuanto ha acabado de cantar su oración?
¿Estáis puestos, escalofríos de las marchas, Estrellas y Aguas, Amarguras y
Penas, Soleares que nos dais la mano con el pañuelo de encajes de una Virgen?
¿Estáis puestos, oboes y fagotes, voces de la capilla musical de la Quinta
Angustia que nos recordáis las viejas placas del Miserere de Eslava?
¿Estáis puestos, muñidor de la Mortaja, llave del sagrario en el pecho del
asistente en la Ronda del Jueves Santo; Verónica y Fe de Montserrat; espada del
Silencio; pelícano del Amor; rosarios de Montensión; avión de la Virgen de
Loreto; antorcha del Prendimiento; palmera de La Borriquita; gallista pluma de
Muñoz y Pabón en la saya de la Esperanza?
¿Estáis puestos tíos de la escalera, novias del costalero, amigos del nazareno
de Martínez de León, veladores del Salvador, carritos de los niños chicos en las
bullas, tizas de los mostradores, sobaduras de los zapatos nuevos del Domingo de
Ramos?
¿Estáis puestos, integrantes de la bulla soberana?
¿Estáis puestos, silencios de la calle Francos, esperando al verdadero Silencio
del Primitivo Nazareno de Sevilla?
¿Estáis puestos, centenarios papelones de pescao frito del Arenal, pestiños de
la confitería de la Campana donde los paladares piden la venia, ruedas de
calentitos de plata de Juana en el Postigo y regimientos de soldaditos de Pavía
que mandan los coroneles de El Rinconcillo?
¿Estáis puestos, plateados globos de los racimos infantiles de ilusiones, para
que cuando La Paz venga por el Parque os sigáis escapando de nuestras eternas
manos de niños que piden cera?
¿Estáis puestos, estrenos de los trajes de punta en blanco de los canis con su
uniforme de gala, aplausos a las cuadrillas, dedicatorias de las levantás,
petaladas de los balcones de los barrios, óles a las saetas, trajes oscuros,
chaquetitas azules, mantillas del Jueves Santo, monumentos de los sagrarios de
los conventos, corbatas de luto del Viernes en que está definitivamente muerto
el Señor de la Caridad cuya mano sangraba aquella rosa en Santa Marta?
¿Estáis puestos, cardos y yedras de la Canina que nos decís que la muerte no es
el final ni siquiera de la Semana Santa, porque proclamáis el triunfo de la
Santa Cruz en la Jerusalén de Sevilla?
Mira que voy a llamar... Mira que voy a llamar con el bronce de las campanas de
la Giralda...
¡Tós por igual, valientes...! ¡Tós por igual, valientes testigos y profetas de
nuestra fe según el Evangelio de Sevilla!
Sevilla un sueño levanta...
¡Al Cielo con este cielo
llamado Semana Santa!