Antonio Burgos / El Recuadro

El Mundo, 25 de noviembre de 1996

Antonio Burgos

Plácido Fernández Viagas vuelve a Nova Roma

 

Las leyes del centralismo madrileño que rigen muchos aspectos de la vida andaluza fallan en cuestiones de comercio y de bebercio. Un invento madrileño como la cafetería con nombre de estado americano, Nebraska o California, y con su carta de platos compuestos, es algo que nunca arraigó en Sevilla. Tengo sobre la mesa, por leer, el libro de Isabel González Turmo sobre la sevillana hostelería y no sé si ella destaca un pálpito de servidor. Que la verdadera importancia de Pedro Torres no fue sólo darle altura a la gastronomía sevillana, poniendo al día las que habían sido las exquisiteces de M. Paul Busquets en El Pasaje de Oriente, sino importando la institución madrileña de la cafetería, con su Riviera de La Campana, a la que seguirían las espléndidas barras de platos compuestos de la cadena Catunambú. Aquello no cuajó. Lo nuestro es la tapa y el bar, no la cafetería y el plato compuesto. En Sevilla ya no hay cafeterías, como tampoco quedan cafés. Bueno, en Sevilla no queda casi de nada, todos son restos de fibra óptica. Hay sitios de Sevilla donde cada vez es más difícil tomar café, pongo por caso, en eso que los cursis llaman la terciarización de la ciudad. Al que encuentre donde tomar café en la calle Sierpes creo que le regalan un viaje a Cancún. A la nueva calle Sierpes de la nueva Sevilla de Los Remedios, que es Asunción, le pasa lo mismo. Lo que no es banco es oficina de una Caja.

Por eso había que darle un homenaje a Nova Roma, que es, en una sola pieza, el templo del café en la calle Asunción y el último de los salones de té de Sevilla, desaparecidos los de La Española y de Ochoa. Y como en esta tierra nadie te reconoce los méritos hasta que te mueres, pues los dueños de Nova Roma, de la saga pastelera de La Rosa de Oro de la Avenida y de Los Angeles de la Puerta Larená, han decidido darse ellos mismos el homenaje, lo que me parece muy bien. Motivo: que mañana Nova Roma cumple veinticinco años, 1971-1976. Como partidario de Nova Roma y de lo que tiene de último café, me sumo al homenaje. Que celebran de un modo tan simpático como cobrar mañana todo a los precios de 1971. El XXV aniversario se convierte así en una teórica sobre el IPC y la inflación. ¿Saben cuánto cuesta mañana un café en Nova Roma? Veinte pesetas, cuatro duritos, como en 1971. Y una tostada con mantequilla, cuatro duros. Y un bollo de leche, un duro. Los pasteles, dos duros. Una copa de helado, 40 pesetas. Una sultana de coco, dos duros. Y así.

Mañana iré por Nova Roma, pediré mi cafelito y mi bollito de leche, José Luis me traerá la cuenta: cinco duros. Pagaré con un billete de veinticinco pesetas, y me pondré novorromano de la Bética para escribir los ubi sunt. Plácido Fernández Viagas no se nos acercará a la mesa, la colilla de su cigarro medio apagado en la boca, para enseñarnos un manifiesto que están redactando en Justicia Democrática. Que igual que el Vaticano nació en Belén, la Junta de Andalucía tuvo su portal en Nova Roma. Plácido, que era hombre decimonónico de café y libertades, echaba las tardes en Nova Roma. Allí le vi, ya nombrado primer presidente de la preautonomía, estudiarse los papeles de lo que había de ser la Junta. Sería precioso que mañana, junto al velador de Plácido, los dueños de Nova Roma colocaran una placa diciendo que allí se gestó la idea de la Junta de Andalucía. Estamos a tiempo de escribir la Historia. Por si faltan testigos, cito a dos: a Antonio Ferrera Comesaña y al juez Santos Bozal. Construir Andalucía entonces era un sueño que se pagaba con los cuatro duros por un café.


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