Antonio Burgos / El Recuadro

El Mundo, 24 de octubre de 1996

Antonio Burgos

Cano, Quintero, Martín

 

A tres de mis mejores amigos les han dado últimamente cosas que me han hecho conocer mejor a Andalucía. Esos amigos son símbolos de tres ciudades: Granada, Cádiz y Sevilla. A Carlos Cano le han dado la medalla de Granada. A Antonio Martín le han dado el pregón del Carnaval de Cádiz. Y a Jesús Quintero le ha dado un infarto en Sevilla. Razones todas por las cuales los tres ahora son queridísimos en esas tres ciudades, que podían echarse entre ellas el pulso de a ver cuál es más difícil, porque si Sevilla tiene guasa, Cádiz tiene tela y Granada, pues ya saben, mala follá. He hablado mucho con los tres en los últimos días, y los tres están que no salen de su asombro. Carlos Cano, que es de la estirpe de Boabdil, no salía de su asombro de que le pusiera la medalla de Granada el mismo Kiki Díaz Berbel al que criticaba en una canción por haber mandado a la cabalgata de los Reyes Magos el turbante de las raíces andalusíes de la ciudad. Don Berbel ahora era el que se ponía el turbante, la chilaba y las babuchas y se apuntaba a los trenes baratos del avión que llevó a Cano no a Nueva York y a la vida, sino al reconocimiento de los suyos y a la inmortalidad en vida. Hay triunfos en que Andalucía no perdona hasta que no te da un infarto o te entra un cáncer. A Carlos Cano, con el aneurisma de aorta, le llegó la absolución general del perdón de la mala follá.

Jesús Quintero, que está muy malito en el hospital y que le dice a sus compadres que vayan a la botica de San Juan del Puerto a por un jarabe que es el que de verdad pone bueno, no sale de su asombro ante tanto cariño desatado. Cada tarde que entro a verlo me dice, con retranca del cateto de Huelva, :

--- Y anoche, ¿en qué espectáculo pidieron un aplauso para mí? Osú, hijo, cuánto cariño...

Hace un silencio y continúa, con la gramática parda sanjuanera:

--- Cuanto cariño... ahora. Esto es como Caracol el del bulto con la máquina de Despeñaperros. Tú tenías que haber dicho hace dos años que yo estaba fatal y que me había dado una cosa muy mala, porque entonces los mismos que me han llevado a esto me hubieran tratado de otra forma y no me hubiera dado el infarto...

Tres cuartos de lo propio le está ocurriendo a Antonio Martín en Cádiz, cuando Teófila lo ha hecho pregonero del Carnaval. Soy testigo de las fatiguitas que Antoñito Martín ha pasado en los últimos concursos del Carnaval, donde parecía que el objetivo era cargarse su comparsa. Reconocerle la ciudad sus treinta años de entrega al Carnaval y su maravilla musical del tango clásico que canta el coro de La Viña, ha sido mano de santo para que ahora los que lo tiraban por tierra digan que es el mejor de los nacidos y que ya era hora de que pregonara el Carnaval un gaditano de tanta ley. En la misma perplejidad de los otros amigos, me decía ayer de mañana Antoñito desde la Aeronáutica:

--- Gente que me encontraba por la calle y volvía la cara para no saludarme vienen ahora y me pegan unos abrazos que me rompen la espalda...

De los tres, el gran compositor popular gaditano, el de Voces Negras y Agua clara, es el más afortunado, porque ha llegado al mismo reconocimiento de Quintero y de Cano sin necesidad de pasar por la unidad de cuidados intensivos del Zamacola. Transciendo las tres ciudades, los tres amigos, me alegro con sus alegrías y me entristezco con sus penas y aplico a nuestra tierra lo que Cano ha dicho de la suya: "Quererte y no padecerte, Granada, debe ser la gloria". Querer a Andalucía y no padecerla, Carlos, Antonio, Jesús, tiene que ser la gloria. Decídmelo a coro los tres, ahora que estáis en ella.


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