En el museo imaginario de las grandezas
    populares de Sevilla tengo yo puesto hace mucho tiempo el sombrero de alancha de Carlos
    Astolfi, la silla donde se sentaba empernacado El Pali en la calle de la Aduana, la rebeca
    de Auxilio Social que llevaba la de Qué Te Brillan Las Espuelas, la leontina con la
    medalla de la Virgen del Rocío que le cruzaba el chaleco al marqués de las Cabriolas,
    los pantalones breeches de don Hermógenes el profesor de Equitación, el sombrero de
    Horacio Hermoso, el puro de Antoñito  Cofradías y el babi de
    montañés, el honroso y honrado babi de montañées de Trifón, que no se llamaba
    Trifón, sino que se llamaba Triunfo Gómez, pero Trifón le puso un brigada en el cuartel
    y Trifón se le quedó, para honra y gloria de su gran amor, el Real Betis Balompié 
     
    Que andando el tiempo, muerto Trifón, recordado todos los días en el templo del lomo en
    manteca que mantiene con unción baratillera su hijo Rogelio, haya venido al Betis un
    futbolista búlgaro que lleva tan inmarcesible nombre verdiblanco, forma parte de las
    leyendas de esta ciudad que escribe la rectitud de la Historia con los renglones torcidos
    de la gracia. Se me vinieron de golpe todos los recuerdos del Betis de Tercera, del Betis
    de los Villamarines, del Betis del Pali, del Betis del partido de Utrera, del Betis del
    transbordador de Ceuta y de las piedras de mechero de Algeciras para jugar con el España
    de Tánger, cuando fue anunciado solemnemente que habíamos fichado a un búlgaro. Lo del
    búlgaro no nos sonaba nada. Búlgrao parece el nombre de un marisquillo para tapear con
    un alfilerito que llevara Brazo Jierro por las mesas antiguas del Bilindo o de La Raza.
    Nos sonaba más lo de lvanov, que era como de héroe de Dostoieski, como de capitán
    esforzado de esta guerra y paz que mantiene al Betis donde más agonía produce, donde
    más sentimiento bético de la vida origina, en ese angustioso final de la tabla. Pero
    más todavía nos sonaba la gracia, el nombre de pila de este búlgaro Ivanov, que no era
    otro que Trifón  
     
    ¿Cómo podía haber estado el Betis tantos años sin Trifón? Faltaba Trifón en la
    grada, con aquel único lujo dominical que se permitía el estoicismo montañés de su
    babi, emperador en su trono del mostrador, con el cetro del cuchillo de cortar jamón. Los
    duendes verdiblancos, que haberlos, haylos, nos trajeron este gozo, de que el Betis
    volviera a contar con Trifón, si no en la tertulia del mediodía para largar indirectas
    al padre Estudillo, que es palangana, sí sobre la grandeza de los verdes campos del Edén
     
     
    Por eso no me ha extrañado nada que Trifón, que Trifón Ivanov, haya sacado al Betis de
    la ruina que tenía en todo lo alto. ¿Quién va a cuidar al Betis mejor que Trifón? Los
    angelotes béticos que revolotean los lunes por la Puerta Larená y que se reflejan en los
    cristales de la capillita de la Pura y Limpia me lo contaron ayer por la mañana, que esto
    era una mediación que había logrado Trifón desde su alto asiento en el Heliópolis del
    otro barrio. Este Trifón, Trifón Ivanov, es como una reencarnación del espíritu del
    otro Trifón, del único Trifón, de Trifón Gómez, el montañés que hizo germinar en
    Sevilla, con mucho trabajo, con mucha honradez, con mucho sacrificio, la flor pasiega de
    su Valle de Toranzo. Aquel Trifón nos ha mandado a este Trifón, para que dejemos de
    sufrir un poquito en forma de gol al Burgos.  
     
    Hombre, a mí al Burgos no me gusta que le hagan nada, por cuestiones onomásticas
    fácilmente comprensibles, pero si es a ese Burgos, al Burgos F.C., me encanta que le
    metan goles allí arriba, con el frío que hace, como dice el bético Carlitos
    Fernández... 
    Sobre todo si gracias al Burgos y por obra de Trifón, sacamos al Betis de la ruina que
    tiene en todo lo alto.    Más
      sobre Trifón en El RedCuadro: Montañeses
        en Sevilla: la historia de Trifón   
      Trifón en el Betis  |