Nuestros lectores en Internet

"Con razón se llama "red", porque tiene algo de pesca de los
tesoros de la información que anda uno buscando"

A Jaime Campmany, que en cabildo extraordinario y unipersonal nombré un día hermano mayor de esta Cofradía de Penitencia de la Columna, voy a tener que hacerlo ahora Chip Mayor del Periodismo Electrónico o algo así. Hasta me atrevería a escribir su nombre en lenguaje de Internet, J@ime C@mpm@ny, con ese signo de la arroba castellana que antes nos servía para pesar fanegas de aceituna y costales de trigo y ahora para calcular las toneladas de megas de información que tenemos a nuestro alcance en el ordenador.

Campmany es un precursor en la lectura de diarios electrónicos como método de trabajo. Jaime es de los que han cambiado el percal de la pluma por la seda del procesador de textos. Y quien ora a pluma, ora a máquina ya hacía milagros con las palabras, díganme los que no habrá de hacer ahora, cuando las coge por revoleras y por delantales, por chicuelinas y por gaoneras con el capote del procesador. Para mí que eso de Word Perfect se lo puso Corel a su procesador cuando vio utilizarlo a Jaime: perfecta palabra. Y no 6.0. o 6.1., sino 6 punto y aparte es el maestro bordándolo con el bastidor del procesador de textos.

Cuando coge sus archiperres y se va como el soldado de Nápoles no a la guerra, sino al descanso bien merecido del Milanesado, Jaime lleva entre sus armas el ordenador portátil con el programa de Internet instalado. Por la misma pantalla que es fuente del prodigio de sus palabras le entran las ajenas, vía Internet, y se lee tan ricamente los periódicos españoles de la mañana a través de la red. Que con razón se llama red, porque tiene algo de pesca de los tesoros de la información que anda uno buscando. Esto de ser internauta o cibernauta, tiene algo de radioaficionado, pues nunca se cree uno el milagro de la técnica que permite que en los mismísimos chirlos mirlos le des a una tecla y te salga en la pantalla del portátil de la habitación del hotel el periódico de esa misma mañana con el artículo de Alfonso Ussía.

Como buen internauta que es, Jaime Campmany ha puesto a EPOCA en el lugar que le corresponde en Internet. La que era la primera revista en los quioscos de papel es ahora la primera, más puntual y completa en el quiosco virtual de Internet. De periódicos españoles en la red andamos bien, están no solamente los tres grandes de Madrid y los dos grandes de Barcelona y el grande de Bilbao, sino que hasta la gente de Huelva que está en la emigración, como Jesús Hermida, puede leer el diario de su ciudad por Internet y los asturianos fueron de los pioneros en la edición electrónica, que cuando apenas estaban El País, ABC y El Periódico ya estaba El Comercio de Gijón llevando nostalgias de la tierra por todo el mundo. Si de periódicos electrónicos españoles la cosa está bien despachada, de revistas estaría la cosa francamente chunga, si no fuera por EPOCA. Es única en su género en la www. La otra gran revista española presente en la red es ¡Hola!, pero con bastante menos generosidad. Usted teclea en su pantalla del programa de Internet http://www.nauta.es/epoca y le sale la revista entera y plena, de pitón a rabo, desde Los Episodios Nacionales a La vida en rosa, sin costarle un duro. Pero quiere sacar, en cambio, http://www.hola.es y le sale únicamente el sumario de la revista y algunas fotos. Si quiere leer usted un reportaje, allí le dicen los Sánchez Junco cómo puede comprarlo, pero se queda con las ganas de saber qué habrán hecho esta semana el hijo de Bofill, la hija de la Preysler o la madre de Terelu hasta que saca la edición electrónica de EPOCA para leer a Jesús Mariñas.

Siendo tan aficionado al género informático como mi director, hasta que no he empezado a recibir mensajes electrónicos de los lectores a través de Internet no me he dado cuenta de la difusión infinita que pueden tener en la red estas páginas de EPOCA. Por las propias estadísticas de los lectores que vienen en el web de la revista, sabemos quiénes y cuántos nos leen en papel de quiosco, de qué ciudades, hasta casi de qué barrios. Lo de EPOCA en Internet me maravilla porque es prodigioso. Escribes un artículo y es como poner en la telaraña electrónica un rayo que no sabes en qué encina va a caer. ¿Quién estará leyendo ahora en Internet este artículo? Aquel de hace dos semanas sobre Jesús Cardenal y el derecho a la libre conciencia me lo celebró desde la Universidad de Helsinki el P. Manuel Prados (prado@cc.helsinki.fi), aunque con sus palabras iniciales sobre España como Reino no estuviera de acuerdo desde Marbella don Joaquín Zulategui Eraso (neckandneck@mercuryin.es).

Ahora me pueden estar leyendo en Boston o en Melbourne. A mí y a todos los que escribimos en EPOCA. Y no solamente esta semana, sino que por el precio de una llamada local pueden sacarse todos los números atrasados que se quieran, sin pagar un duro en Administración. Los que escribimos en los papeles lo hacemos ya también en la red. De escritores de periódicos hemos pasado a escritores de Internet sin darnos cuenta. De modo que no sé si firmar este artículo con mi nombre o con mi e-mail (infanzon@arrakis.es), para poder comprobar ese milagro de su lectora en Chile o en Japón.

Tú que hablas tanto del manguis de los felipistas, querido Campmany, has inventado para beneficio de nuestros lectores de ambos mundos el manguis de revista, gratis total, por Internet. Una maravilla. *


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