La batalla del Ebro, digo, del Euro...

"El Ejército del Euro, chunda, la chunda, la chunda, chún,
una noche el Rhin pasó, ay, Carmela, mi Carmela..."

Esto de vivir en provincias, instalado en la calidad de vida (y en la cantidad de vida, que tampoco hay que olvidarlo), tiene muchas ventajas, pero algún pequeño inconveniente. Entre las primeras, no quiero meterme a un Horacio urbano para contarles las excelencias del aurea mediocritas geográfica, que las hay incluso superiores a la mía, pues algunos tienen la dicha de vivir en ciudades que no son sedes de juntas autonómicas y otros males del siglo. Entre los inconvenientes de vivir en provincias, no es menor recibir tarde el correo. Si no existieron las provincias, Seur, MRW y DHL no tendrían razón de ser, en esta España de los dobletes Correos-mensajeros, Seguridad Social-Sanitas, Policía-Vigilantes Jurados, etc.

A mí, que vivo en provincias, me mandan mucha correspondencia a Madrid, aquí, a la redacción de ÉPOCA, calle de Mesena, o a la cal que llaman de Pradillo, do está el mundano diario para el que también escribo. Las oportunidades de quedar mal con la gente son incomparablemente superiores en provincias que en la capital. El 14 de mayo fui solemnemente invitado a la recepción que el señor Ruiz (don Alberto) daba el 2 de mayo en la Real Casa de Correos con motivo de aquello de Daoiz y Velarde. Y también con retraso, Miguel Angel Rodríguez me ha mandado el motorista. Eso de que le llegue a uno el motorista de la Moncloa, que por lo visto es cosa de cada lunes y cada martes en Madrid, aquí en provincias es de vuelco del corazón. Yo, la verdad, había oído muchas veces hablar del motorista del Gobierno, una especie de repartidor de la telepizza de los ceses y de las grandes cruces de Carlos III que con ellos dan. No desde la Real Casa de Correos y sus servicios, sino por mensajero, en esos horrendos sobres de plástico que traen los mensajeros guardando el recado de escribir, he recibido un sobre de Miguel Angel Rodríguez tamaño DIN-Enorme, con un cuño estampado en rojo que ponía: Motorista... Grave asunto, recibir el sobre del Motorista famoso, y más si es en provincias. Me pregunté: ¿me cesarán como socio del Real Círculo de Labradores o como hermano de la Cofradía de la Columna, que son de los pocos cargos que ostento en esta España donde muchos los detentan a manojitos? ¿Será, por el contrario, que me ha dado alguna medalla conexa, cual Alfonso X el Sabio o el Mérito Civil, por venir los años que traigo arreando estopa a los que pecaron por exceso Borrell y ahora por defecto Borrell? ¿O será que han empezado a dar veneras de solapa de las Bellas Artes a los que profesamos la fe del currismo, luego que le concedieran el original a don Francisco Romero López?

Abriendo el motorístico sobre salí de mis cuitas, pues me encontré con el Parte de la Victoria, aunque sin tararí que te vi de la trompeta de antaño en RNE, clarín de triunfos, heraldo de paz. Pues lo que Miguel Angel Rodríguez me mandaba con el motorista famoso era el tocho (vulgo dossier) intitulado: España gana la batalla del Euro. ¿Del Euro o del Ebro? ¿Hay errata? ¿Es la batalla del Euro acaso el Ebro de nuestros días, ay Carmela? Tras este triunfalismo del Desfile de la Victoria de la Batalla del Euro, se le pone música a la letra conocida, y llega y pega perfectamente, en plan Parodia Nacional, aunque sin querella de Kiki Díaz Berbel, el alcalde de Granada:

El Ejército del Euro,
chunda, la chunda, la chunda, chún,
una noche el Rhin pasó,
ay, Carmela, mi Carmela...

Tengo que buscarle el apellido de esta Carmela, cantinera y madrina de guerra de nuestra batalla del Euro, digo, del Ebro, porque seguro que tiene que haber una Carmela en este fregado. El clima imperial de victoria europea es tal, que sólo necesita un poema de José María Pemán por un bando (por ejemplo, El euro a lo bestia) y una soflama de Rafael Alberti por el otro (por ejemplo, Chuflillas de la peseta), para que volvamos a lo de siempre. El desfile tras esta victoria en la Batalla del Ebro, digo, del Euro, será como siempre en la Castellana, pateras no van a faltar para que reorganicemos de prisa y corriendo la Guardia Mora necesaria en estos casos.

Lo que más me inquieta es que el referido tocho del motorista que ese susto interior o vuelco del corazón me ha dado y que ni me he leído ni me pienso leer (hasta ahí podíamos llegar), es que está firmado por una autotitulada "Subdirección General de Política Informativa Exterior". Si la Subdirección General de Política Informativa Exterior se dedica a informarnos a los del Interior, por medio de motorista, ¿quiere ello decir que El Eco de La Guaira, un suponer, recibirá el tocho desde la Subdirección General de Política Informativa Interior? O falto de subdirecciones anda mi querido Miguel Angel Rodríguez, o desnortadas en sus cometidos están las que tiene, pero esto no es normal. Por lo demás, lo que me preocupa más de la Batalla del Ebro, digo, del Euro, es que no hay derrotados. En Inglaterra hay euroescépticos, que son unos señores que me caen la mar de bien, que defienden la libra como por razones históricas y culturales yo sigo defendiendo la persistencia de la peseta. En Dinamarca hay toda una corriente de opinión contra el triunfalismo al uso. Aquí nadie ha sido derrotado, por lo visto, nadie se ha dado por vencido con este gubernamental triunfalismo de los sobres gordos de Petete que nos traen los motoristas hasta provincias. En cuanto que encuentre a Carmela le tengo que preguntar si cree como yo, que muchos hemos sido vencidos en esta batalla del Ejército del Euro, digo, del Ebro, ay, Carmela, mi Carmela... *

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