Beber en la calle

"Como somos tan modernos, no podemos aceptar una ley que
prohiba el consumo de alcohol en la vía pública,
como en tantas ciudades americanas"

Como el que se mueve no sale en la foto, la aberrante movida que ha invadido todas las ciudades españolas no sale en la foto hasta que en la riña de dos niñatos borrachos se produce un muerto. Suele ser desgraciadamente un chaval que no tenía la culpa de nada, que estaba curioseando en los lugares de la litrona o la botellona donde campan por sus respetos los que llevan navaja con la misma naturalidad con que las niñitas que de mayores quieren ser Spice Girls se ponen botas de montaña con camisetas apretujadas dentro, que parece que llevan en los pies sendos coches de choque de atracción de feria.

Todas las calles de todas las ciudades son una inmensa taberna al aire libre para el libre consumo de alcohol por mayores y menores de 18 años. La movida las botellonas preocupaba hasta hace poco sólo a determinadas ciudades, barrios, días de la semana, horas de la noche. Ya toda España es botellona por la calle, cristal roto por el suelo, vomitona por los rincones, micción en los portales, automóviles convertidos en tabernas, bolsas de plástico con el "kit" de borrachera con peligroso alcohol de garrafa a caño abierto y a barra libre en toda suerte de establecimientos, por descontado que a menores de 18 años. Esta aberrante degradación con alcohol de alta graduación de nuestras ciudades y el envilecimiento de sus jóvenes la puso de moda, que Dios lo tenga en su santa Gloria, aquel alcalde de Madrid que pasaba por viejo y por profesor, Tierno Galván. Así que ¡viva la modernidad y el progreso! Algunos ayuntamientos han tratado de ponerle coto con muy poca fortuna. Nadie quiere pasar por represor, y menos ante una masa de muchachos que las autoridades identifican, naturalmente, con masas de votantes.

¿Las muertes? Tampoco importan. Es una obviedad lamentarse de la muerte de un joven en la calle Génova de Madrid o en los Jardines de Murillo de Sevilla, porque las muertes de la movida son cada día una lista de caídos en la "Operación Retorno a Casa" de la que nadie habla. El consumo de alcohol barato, de güisqui peleón, de ginebra de garrafa, mezclado con drogas de diseño o de arte y ensayo, hace que todos fines de semana decenas de jóvenes mueran con la moto o el coche. Nadie saca cada semana las estadísticas de heridos en ciclomotores donde iban dos, con el conductor borracho, ni la congestión de las urgencias de los hospitales con los comas etílicos y las heridas y contusiones de mayor o menor consideración por caídas y peleas. La movida es un frente de guerra del que nadie da el terrorífico parte. Nadie se preocupa del tenebroso futuro sanitario como consecuencia del desaforado consumo de alcohol.

Lo progresista, por lo visto, es permitir que estemos formando una juventud borracha, holgazana. Eso sí, no se le ocurra a usted encender un cigarro en una zona reservada para no fumadores. Aquí contra los fumadores está cayendo todo el peso de la ley. Pero a los bebedores, ni tocarles. Los bebedores, sobre todo si son jóvenes, dan muchísimos votos y las elecciones municipales están a la vuelta de la esquina. Se buscan coartadas como la afirmación de que la movida es un "hecho cultural". Ya todo es cultura. Una calle llena de muchachos borrachos a las tres de la mañana es un hecho cultural, según estas varas de medir. Todo el mundo protege a los bebedores callejeros y nadie a los vecinos que han de sufrir las consecuencias trashumantes de las hordas de la botellona, que aparecen hoy aquí y mañana en otro barrio, dejando siempre estelas de mugre, de vasos rotos, de bolsas de plástico tiradas por el suelo. Los vecinos sufridores de las movidas callejeras no votan, por lo visto. Y que no se les ocurra llamar a la Policía, porque todo el mundo, como es sabido, tiene derecho a tomar la calle. Los controles de alcoholemia se hacen en las carreteras, porque las calles están hechas para que los muchachos de los vespinos conduzcan borrachos, y porque es represor no dejar esta válvula de escape a unos jóvenes que tienen en la Universidad la fábrica del paro y en la Formación Profesional el camino más directo a las listas del INEM.

Y por descontado que los que nos atrevemos a decir estas cosas somos unos carrozas pasados de moda, que nos extrañamos ante el hecho de que haya tanta persecución social contra el tabaco y tanta permisividad ante el alcohol. Aquí, claro, como somos tan modernos, no podemos aceptar el huevo de Colón que acabaría con la movida en las calles de todas las ciudades españolas. ¿Que cómo es ese huevo de Colón? Algo tan simple como una ley que prohiba el consumo de alcohol en la vía pública, como existe en tantas y tantas ciudades y estados americanos. Pero, claro, si les prohiben beber en la calle, ¿cómo los van a votar luego, y aquí siempre estamos en vísperas de elecciones? *

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