El cipote de Clinton

"Habrá quien quiera organizar excursiones turísticas
que vayan del famoso Cipote de Archidona al
Cipote de Clinton-Lewinsky en Granada"

En el PP, las alcaldesas les ganan a los alcaldes por goleada. Quitando a Alvarez del Manzano y algún otro así con popularidad, cuando sale un alcalde del PP, lagarto, lagarto, es porque el Almunia o el Borrell de turno denuncian un caso de corrupción o de nepotismo. En cambio, las alcaldesas son todas famosas. No solamente las de las grandes capitales, como Rita Barberá, Soledad Becerril, Luisa Fernanda Rudi, Teófila Martínez, Celia Villalobos, sino incluso las de poblaciones que no son capitales de provincia, como Esperanza Oña en Fuengirola, donde casi todos los días torea mano a mano con Jesús Gil en el ruedo de la Mancomunidad de la Costa del Sol.

Con esta supremacía del mujerío municipal, es lógico que Gabriel Díaz Berbel, el alcalde popular de Granada, apenas sea conocido de Despeñaperros arriba. España se lo pierde. Es uno de los alcaldes más divertidos que hay en nuestra nación, donde la política suele ser algo aburrido, hasta el punto de que cuando un enfermo de insomnio va al médico, le dice como remedio mágico, a modo de píldora de la felicidad:

-Lo suyo se cura inmediatamente escuchando todas las noches un discurso de Martínez Noval, seguro que se queda roque...

En los programas itinerantes de Luis del Olmo, conocí a Gabriel Díaz Berbel cuando no había comenzado el desembarco del PP en las playas Omaha de los ayuntamientos. Kiki, como le llaman familiarmente los granadinos, me dijo:

-De éstas, o salgo cirrótico o salgo alcalde, porque no veas la cantidad de copas que me estoy tomando con la gente por las tabernas para convencerles de que tienen que echar al PSOE del ayuntamiento...

Berbel salió alcalde, para ventura de su hígado, y desde entonces es un alcalde al que los granadinos celebran por las berbeladas. La berbelada no llega a alcaldada. La berbelada es un golpe de efecto de Berbel, que sus adversarios políticos hasta coleccionan en listas que circulan por Granada. Lo malo es que berbelada suena a productos Hero: berbelada de fresa, berbelada de melocotón. O suena a fiesta gastronómica popular donde se consumieran unos hipotéticos moluscos bivalvos, como unos berberechos de tercera división, los berbeles: III Berbelada Popular del Albaycín. Pero la berbelada es mucho más divertida que ambas cosas. La berbelada suele tener por medio moros notables, presidentes americanos, adefesios construidos en plena Alhambra con el nombre de reyes nazaríes. La última, la de Bill Clinton. Berbel tiene en Clinton a su mejor defensor y Granada, en el presidente americano, a su mejor propagandista. Por Granada hizo mucho Agustín Lara, cuando compuso aquello de "Granada, tierra soñada por mí", pero su cantar cuando de verdad se volvió gitano a los ojos de los americanos fue cuando Bill Clinton dijo que volvía a Granada, en plan Miguel Ríos, que es de la tierra, para ver aquella puesta de sol que contempló cuando era estudiante y que es la más bella que recuerda de toda su vida y de todo el mundo, y mira que este Clinton ha corrido mundo y todo lo que tiene que correrse sin salir del Despacho Oval...

Berbel, bien nacido, es agradecido y quiere ahora colocar un monolito en el Mirador de San Nicolás, como reconocimiento a Clinton, que ha hecho rica a la hostelería granadina con su contemplación del atardecer desde aquel lugar y con vistas a la CNN y a la foto en portada del New York Times. Desde que Clinton vino a la puesta de sol de Granada son cientos de miles los americanos que siguen el camino de su presidente, dejándose sus buenos dólares en la ciudad de las leyendas de Washington Irving, otro americano propagandista. A Clinton, por su hazaña propagandística, la Consejería de Turismo de la Junta de Andalucía le concedió ya su medalla de oro, pero Kiki quiere algo más imperecedero que la medalla. Estamos en un mundo ritual donde la gente quiere ir al subterráneo de París donde se mató Lady Di, y cuando visita la plaza de la Maestranza, más que por la Puerta del Príncipe de los triunfos pregunta por el lugar donde cayó mortalmente herido Manolo Montoliú. Y en Granada, Kiki quiere poner un marmolillo para que el americano que ha dejado 200 dólares por día en la ciudad se pueda colocar en el lugar exacto donde Clinton se emocionó contemplando la puesta de sol desde el Mirador de San Nicolás.

La oposición municipal ha dicho que esto es una berbelada, con lo que ha demostrado su falta total de imaginación. Tenía que haber criticado el cómo, no el qué. Me explico: querer erigir un monolito a Clinton es como rememorar a un ahorcado con una soga. La mayor berbelada, que la oposición no ha criticado, es querer erigir un monolito, monumento fálico donde los haya, al señor del escándalo de Mamónica Lewinsky. Para los romanos, el monolito era el cipo. Y Berbel quiere disponerse a algo tan poco conveniente como la erección de un cipo a Clinton. Con la de formas que hay de recordar a los vivos y a los muertos, que si un busto en bronce, que si una estatua en mármol, una lápida, una estela, va Berbel y elige precisamente un cipo. Como el monolito o cipo será grande, podremos hablar entonces de un cipote. Con lo cual el alcalde granadino le hará a Clinton, y en imperecedero mármol, el más cruel Informe Starr. Incluso habrá quien quiera organizar excursiones turísticas que vayan del famoso Cipote de Archidona al Cipote de Clinton-Lewinsky en Granada, para poder compararlos. Bastará con que, como en el famoso lance archidonense, Cela y Alfonso Canales se encarguen de redactar la jocosa literatura explicativa. *


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