El verdadero fraude del aceite

"No sé cómo las asociaciones de consumidores no dicen nada
de esto tan sospechoso, que los médicos digan que ahora
es bueno lo que antes era malo, y viceversa"

En mi veraneo gaditano de Tarifa, he ido a cenar a casa de Juan Luis Muñoz, a quien llevo nombrado Restaurador Mayor de la Gracia de estos litorales. He hecho como Jaime Mayor Oreja, como Javier Arenas, como todos los militantes de Tarifa en los dos mares del hotel de Roberto Van Loy. A casa de Juan Luis va el "todo Tarifa", que como no es el "todo Marbella" ni el "todo Mallorca", pues no sale en Corazón de verano. Gracias a Dios.

Y después de cenar un revuelto de huevos con jamón y patatas que tengo que echar a pelear con los de Lucio en Madrid, le he pedido un café a este genio ancho de la gracia del Estrecho. Y me ha dicho:

-No, hijo, mira, no te lo puedo poner. Como esto es un callejoncito estrechito, no cabía Juan Valdés con los serones de sus mulas todas...

-Ole.

-He compensado amplia e inmediatamente las mulas todas de Juan Valdés con otros cafés entre estos dos mares eólicos: la mare que parió al Levante y la mare que parió al Poniente. He decidido tomar mucho café porque en el manto de Penélope (qué Cruz) de lo que es bueno y es malo para la salud, ahora el café es maravilloso, divino para los nervios, gloria para el estómago. En la revista científica extranjera de turno lo acaban de poner, y todas las radios lo pregonaron. Que lo malo ahora no es el café, sino el té. Que el té, dicen, sí que es malo para los nervios, para el estómago. Menos para la India y para Ceilán, que viven del té, resulta que ahora es malo para todo. Y que, por el contrario, viva Brasil, y viva Puerto Rico, y viva la mula de Juan Valdés, y viva Kenia, porque el café es estupendo.

Oigo esto después de haberme tomado en casa de Juan Luis un hermoso lomo de melva, melva canutera de toda la vida, de aquel Diego Piñero al que Juanito Valderrama dedicaba sus fandangos por lo rumboso que era con todos los artistas cuyas compañías aterrizaban por aquí. A la melva canutera, como a todo el pescado azul, como a las sardinas, como a las caballas, le pasa ahora como al café, que también se ha convertido: porque si antes era más malo que la quina, ahora es un santo. Esos médicos americanos que inventan estas campañas decían antes que el pescado azul era malísimo para el colesterol, que te tomabas medio lomito de melva y te pasaba como ponía en el anuncio de las Yemas El Ecijano: "Casi tós parman". Aquellos mismos médicos americanos, o ingleses, o lo que sea, esos mismos sabios doctores, son los que dicen ahora algo que por aquí abajo por Andalucía sabíamos hace por lo menos tres mil años, desde mucho antes de que los romanos de Bolonia montaran el negocio de los salazones: que el pescado azul es sanísimo, gloria pura del Atlántico, y que donde estén esa caballa y esa melva, que Arzak vaya quitando los lomos de merluza de pincho.

No sé qué están haciendo esas asociaciones de consumidores que todo lo controlan. Cómo no dicen nada de esto tan sospechoso, que los médicos digan que ahora es bueno lo que antes era malo, y viceversa. ¿Quién me asegura a mí que los intereses de los cafeteros colombianos, un poner, no están detrás de esos presuntos sabios que en esas pretendidas investigaciones salen diciendo ahora que el café es estupendo para la salud y poco menos que no hay mejor somnífero que un buen café?

Dos generaciones no viven nunca con los mismos tabúes y santurronerías médicas. No sé cómo los hígados de los españoles están tan saludables, si los doctores hicieron creer a nuestras madres que el vino duro, o el moscatel, o la quina de Jerez, mezclados con huevo, eran maravillosos. Alcohol para los chavales desde la infancia. Como los mismos huevos, antes fuente de salud, ahora ascensores de los indicadores de colesterol, hasta el punto que inventaron "huevos sin colesterol".

Esto es siempre más que sospechoso. Como cuando el aceite de oliva. Ahora ya sabemos lo que siempre supimos los que desayunamos hace muchos lustros nuestra tostada de buen pan de pueblo con nuestro buen aceite de Guadalcanal, de Baena o del que nos manda Jaime Ybarra desde Dos Hermanas, que lo hace como currista, no como presidente de la compañía: que no hay nada mejor que el aceite de oliva y que la dieta mediterránea.

-¿Con que de manguis de aceite con Jaime Ybarra, no?

-Sí, Alfonso Ussía, menos mal que te has metido aquí en el artículo. Así puedo decir coram populo a Jaime que te mande su aceite a ti también, para que no tengas envidia, y a su tocayo Campmany, que nos permite estos cachondeítos nuestros, compadre...

¿Por dónde iba, que me he perdido con el aceite de Ybarra que van a mangar también Campmany y Ussía para que tomen fuerza para el programa que nos espera con Luis del Olmo? Ah, sí, iba diciendo que cuando decían que el aceite de oliva era tan perjudicial, sospechosamente recomendaban el aceite de girasol, el de soja, el de avellanas. Y nadie habló nunca de aquel fraude del aceite.

Porque decir con una bata blanca, con un fonendo y con muchas tonterías y mucho cuento que el de oliva era perjudicial sí que fue el verdadero fraude del aceite. *


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