Voz de máquina de tabaco

"En las tertulias de la noche en RNE tengo localizadas
al menos a dos señoras periodistas que tienen voz de máquina de tabaco"

En la santa cruzada mundial contra el tabaco, los ministros de Sanidad de la Unión Europea la han tomado ahora contra las máquinas expendedoras. Los Estados Unidos que mandaron a Europa bombardear Kosovo mandan ahora suprimir el tabaco en los aviones, en los trenes, hasta en los estancos a este paso. No, si hasta que desempolven la Ley de Vagos y Maleantes para aplicarla a los fumadores no van a parar...

España, como un corderito de Carmen Sevilla, va detrás de lo que mandan los americanos. Por eso quieren prohibir las máquinas de tabaco de los bares. Como todo lo que diga América que hay que prohibir en materia de tabaco. Aceptamos sumisos esas nuevas dictaduras que son las directivas europeas y no pensamos que hay una España agrícola que vive del tabaco, la España de Extremadura, la España de Canarias. Por menos se levantó España para defender al olivar. Al tabaco canario, al tabaco extremeño, nadie lo defiende, por ahí te pudras...

Con la pérdida de las máquinas de tabaco, aparte de las cajetillas y la afición a fumar, perderemos dos cosas maravillosas: los paisajes de sus paneles luminosos y la voz automática de su mecanismo. Miren los paisajes de las máquinas de tabaco, que pronto serán un recuerdo. Los paisajes más cursis que puedan pensarse. Las montañas nevadas más relamidas, las arboledas otoñales más recompuestas, los ríos más inverosímilmente idílicos son los que aparecen en estos paneles con lucecitas por dentro. Si quitan las máquinas expendedoras de tabaco, ¿dónde vamos a encontrar estas bucólicas ficciones? Todo fue por el vaquero de Marlboro. Antes quien estaba en las máquinas de tabaco, poderoso, como la cancioncilla de sintonía de aquella serie de Bonanza de la televisión en blanco y negro, era el vaquero de Marlboro, que era el que atravesaba esos ríos, subía a esas montañas nevadas, galopaba por esas frondosas alamedas. Quitaron el vaquero en la persecución mundial contra este símbolo de los fumadores y nos dejaron los paisajes en que aparecía, que son como un decorado teatral sin actores, como una canción sin palabras, como una película sin imágenes contemplada por un vendedor de cupones de la ONCE.

¿Y las voces mecánicas de las máquinas de tabaco? ¿Dónde podremos oír ahora esas maravillas? Aquello de:

-Su tabaco, gracias...

Y caían tintineantes las monedas del cambio por el secreto tobogán del cajetín. Eran máquinas más inteligentes que muchos hombres, ¿dónde va a parar?, muchísimo más. A mí lo que más me gustaba era la voz de telefonista antigua que ponían, como echándote la bronca, cuando habías elegido una marca de tabaco de la que no le quedaban cajetillas en sus entrañas, y te decía, muy seca:

-Agotado, elija otro...

¿Dónde habíamos oído esa voz? ¿Dónde la seguimos oyendo? Desaparecerán las máquinas de tabaco, pero quedará mucha gente con voz de máquina de tabaco. En las tertulias de Manuel Antonio Rico tras el informativo de las 11 de la noche en Radio Nacional de España tengo localizadas al menos a dos señoras periodistas que tienen voz de máquina de tabaco. Como en la SER también tengo localizado a otro tertuliano, catedrático por su casa, con voz de máquina de tabaco. ¿No escribió Rafael de León en La Niña de la Estación aquella definitiva y rotunda metáfora de la voz de carne de membrillo? Ahora probablemente hubiera utilizado la imagen de la voz de máquina de tabaco.

Cuando tú te hayas ido, como canta Alberto Cortez, voz de la máquina de tabaco, nos quedarán otras mecánicas y artificiales dicciones, que ya nos van cercando. Me encanta la voz de los contestadores automáticos de los teléfonos móviles:

-El terminal al que llama no se encuentra operativo...

Echo de menos aquello de fuera de cobertura que decían hasta hace poco. Lo compenso con esa carrera de velocidad en la escritura que hay que hacer cada vez que se llama al 1003 a preguntar por un teléfono. Te atiende la operadora, le dices el nombre cuyo teléfono busca y te conecta con un ordenador que habla, algo así como La Vaca que Ríe, pero que habla a mayor velocidad que se persigna el cura de Capileira. La operadora te conecta a un ordenador que habla y canta los números, pero que es un ordenador Ave, un ordenador de alta velocidad:

-Por favor, tome nota...

Y ahí vienen las cuitas, cuando la máquina se pone a hablar a doscientos por hora y no hay forma de tomar nota de todos aquellos números que dispara como una ametralladora:

-El número solicitado es nueve, uno, siete, tres...

Llegará el día en que solamente hablemos con máquinas. Yo ya me he hecho íntimo amigo del buzón de voz de los móviles de bastantes amigos, por lo que no desespero que un día hasta me lleguen a decir:

-Hola, Antonio, veo que no hay forma de que cojas a este hombre con el terminal operativo...

Hasta entonces, las voces de madera, las voces de corcho de las máquinas hasta nos han dado frases hechas para la vida cotidiana, refranes de la tecnología punta:

-¿Cómo estás?

-Agotado, elija otro...

-Chico, pues yo estoy fuera de cobertura. *


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