Ocho años ya en el siglo XXI

Hemos pasado toda la Transición creyéndonos muy en
nuestro tiempo con dos ideas que eran completamente
del siglo XIX: Modernidad y Progreso

Era entre Nochevieja y Reyes, en las pasadas fechas de las entrañables por antonomasia, la clásica copa en casa de unos amigos, aquí en este pueblo grande que se llama Sevilla donde Dios me dio la fortuna de nacer y me sigue concediendo la gracia de vivir. Estábamos todavía bajo el síndrome del Efecto 2000 y enzarzados algunos en las vanas discusiones del cambio de siglo y de milenio, cuándo empezaba cada cosa y cuándo acababa, que han sido en estos meses la última versión, turbo, con cierre centralizado en las cuatro puertas y elevalunas automático, de la discusión escolástica del sexo de los ángeles. Y alguien me preguntó:

-¿Tú cómo crees que va a ser el siglo XXI, cuáles van a ser las tendencias de la Humanidad?

Y le dije, tan tajante como lo escribo ahora, recordándolo:

-Pues no sé cómo lo preguntas, si tú y yo, y cuantos vivimos en Sevilla, e incluso los que viven en Barcelona, llevamos ya vividos por lo menos ocho años de siglo XXI...

-No te entiendo...

-Pues te lo explicaré...

Y se lo expliqué como se lo explico ahora aquí a ustedes. Mi tesis es que en España los siglos, diga lo que diga el Observatorio de la Marina de San Fernando, no coinciden con las cifras finales de una centuria. Aquí todo va a nuestro aire, por algo somos españoles. Aquí el siglo XIX, por ejemplo, no empezó en 1800, como en todo el mundo, sino en 1808, que es cuando en verdad se ponen las bases del final del Antiguo Régimen y de la llegada a España de los principios de la Revolución Francesa, de la soberanía popular y del constitucionalismo. El reloj español de la Historia siempre va a su aire, como un reloj blando de Dalí, y unas veces atrasa y otras veces adelanta. Para mí que el siglo XIX no terminó en España cuando el cuenta-años de la historia saltó de los números que empezaban por 18 a los que comenzaban por 19. Para mí que el siglo XIX tuvo varias terminaciones, como en esos sorteos en que te dan el reintegro con varias posibilidades. Terminar, terminar, lo que se dice terminar, aquí el siglo XIX se dio por finiquitado dos años antes que en el resto del mundo, en 1898, con el desastre de la pérdida de las colonias. Pero como nadie se creyó aquello hasta que se hicieron mayorcitos y aprendieron a escribir y a publicar cositas los intelectuales de la Generación del 98, pues hay quienes mantienen que el siglo XIX duró mucho más, por lo menos hasta que se produjo el profundo cambio social y político que supuso la Huelga General de 1917. Hasta el punto de que el Rey Don Alfonso XIII, un hombre nacido en el XIX, no comprendió la profundidad y repercusión de aquel cambio, mirando la hora en la Puerta del Sol de la Historia de España, que suele ir atrasadísimo con respecto a los meridianos europeos.

Me cuento entre los pesimistas en cuanto a la larguísima duración del siglo XIX español. Verbigracia: ¿no fue acaso la contienda de 1936-1939 la última del largo ciclo de las guerras civiles españolas que había empezado con aquella verdadera guerra civil con pretexto francés que fue la de 1808? No peco en exageración racial andaluza si digo que el 2 de mayo y sus consecuencias no acabó, tirando corto, hasta el 20 de noviembre de 1975. Vivimos un poquito de siglo XX en aquella Pax Hispana de la dictadura de Primo de Rivera, con la eclosión intelectual y artística de la Generación del 27, de Buñuel, la que se ha llamado la Edad de Plata. Pero poco dura la alegría en casa del pobre y poco la adecuación a las mentalidades del continente en el viejo solar hispano.

Nos hemos pasado toda la Transición creyéndonos instalados muy en nuestro tiempo hablando mágicamente de dos ideas que eran completamente del siglo XIX, y que si se escriben en mayúsculas se quedan más antiguas aún: Modernidad y Progreso. Dejó de hablarse de la Patria como un concepto obsoleto, en la idea del universalismo y la globalización, y echamos mano de esas dos antiguallas. La Modernidad era lo que buscaban los poetas postbecquerianos. El Progreso fue lo que movió, por ejemplo, al derribo de las murallas en las viejas ciudades españolas y a la construcción del ferrocarril. Y mire usted por dónde, el símbolo de la Modernidad y del Progreso del final del siglo XX en España ha sido algo tan del XIX como un ferrocarril: el Ave. Tren expreso de Campoamor o tren de alta velocidad, pero ferrocarril al fin y al cabo.

Con el 1992 cambiaron tantas cosas, que estoy convencido de que entonces comenzó esto que tiene nombre de club de opinión o de editorial de libros de ensayo: Siglo XXI. En mi ciudad al menos, se derribaron literalmente murallas que impedían la expansión urbana, se desvió el curso de los ríos, se importaron tecnologías, se impuso una nueva mentalidad y, lo que es más importante, una conciencia de cambio. Fue como un túnel del tiempo privilegiado por adelantado: hasta tuvimos ya diarios electrónicos y comunicaciones por fibra óptica. Desde entonces, todos vamos ahora con más prisa, con más ansias de ganar dinero, somos todos más adocenados, hasta nos creemos felices sin serlo. Y es que, sin saberlo, llevamos ya ocho años viviendo en el siglo XXI. *


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