XXV años de Reinado

"Sorprende que en esta España llena de juancarlistas nadie piense
organizar desde las Instituciones del Estado las bodas de
plata de la restauración de la Monarquía"

Supongamos que estamos en el Reino Unido de la Gran Bretaña. Y supongamos que en el próximo mes de noviembre del año de gracia del 2000 se cumplen los primeros 25 años de la coronación de Isabel II como Reina. ¿Se imaginan la que tendrían organizada ya los ingleses a estas alturas de curso? De momento, por todo el Reino Unido e incluso por los países de la Commonwealth, ya estaría pregonándose el Silver Jubilee de Su Graciosa Majestad. Cada ciudad, cada pueblo, ya tendría su programa de actos conmemorativos, ora populares, ora oficiales, ¿qué digo yo? Habría ya organizados hasta campeonatos de carreras de saco y concursos nacionales de beber cerveza negra, gorda, espesa, calentorra y espantosa. Los escaparates de las tiendas, no sólo las elegantes de Bond Street o de Chelsea, sino las del último pueblo allá donde Adriano perdió el gorro y levanto su muralla, tendrían todos ya colocado un retrato oficial de Su Majestad, con la Union Jack y con una frase de homenaje, catetita y pueblerina como todo lo estrictamente británico que se precie. Y ni que decir tiene los programas de ópera, de teatro, los espectáculos de luz y sonido, cuando no los grandes desfiles, paradas y ceremonias que se habrían anunciado en la Corte de San Jaime. Los hoteles de Londres estarían ya con sus reservas hasta la corcha, de turistas que querrían llegar desde todo el mundo para no perderse el espectáculo uno, como un ¡Hola! en vivo y en directo, y no habría quien encontrara un cuarto donde dormir en cien leguas a la redonda, ni esas habitaciones de cama y desayuno de las pensiones simpáticas y familiares de los pueblos del área metropolitana de la capital del Reino Unido.

Supuesto todo lo anterior, bajen mentalmente de las Islas Británicas al continente europeo con el Concorde de la imaginación. Crucen el Canal de la Mancha (la única Mancha donde no manda Bono, el único Canal donde no manda Arias Salgado), atraviesen con el pensamiento Francia, crucen los Pirineos y lleguen a una península con forma de piel de toro, llamada España y a la que algunos cursis le han puesto el mote de Estado Español. Pues resulta que en esta nación donde hemos llegado con la imaginación, que tiene una Monarquía más antigua que la británica, que tiene los palacios reales habitados más antiguos de Occidente, allí mismito, en ese lugar donde sólo en el carnet de conducir de sus habitantes pone eso tan bonito de "Reino de España"... Allí mismito, mire usted por dónde, hay un Rey. Pero no un Rey cualquiera, sino un pedazo de Rey. Y hay una Monarquía. Pero no una Monarquía cualquiera, que si bien sale ganando en Historia y Tradición si se la echa a pelear con todas las del continente europeo, en cuestiones de servicio a la nación ha supuesto beneficios tan recientes, inmediatos, justos, benéficos, equitativos y saludables como una Constitución, un régimen parlamentario de libertades, un Estado donde se reconocen los derechos autonómicos de los pueblos y todo lo que usted quiera.

El autor de este auténtico "milagro español" de un Reino moderno, integrado en la Unión Europea y en su moneda única, consolidado en el régimen occidental de libertades y de mercado, es un señor que se llama Don Juan Carlos de Borbón y Borbón. Sí, ese que es nada menos que todo un hombre que hace poco vimos llorar tan humanamente la muerte de su madre. Y resulta que este Señor (que Dios guarde), en el próximo mes de noviembre cumple nada menos que sus primeros veinticinco años en el Trono de España. Que se dice pronto, veinticinco años. Veinticinco años en los que España ha avanzado siglos. Veinticinco años con sus problemas, pero con sus grandes venturas.

Y es curioso, y hasta contradictorio, que aquí, que nos hemos hartado de celebrar los diez años de la Constitución, los quince años de la Constitución, los veinte años de la Constitución, resulta que nadie está pensando en celebrar como se merece un acontecimiento tan decisivo como los XXV Años del Reinado de Don Juan Carlos I. Aquí todo se nos ha ido en celebrar aniversarios de la Transición, casi hemos asistido al proceso de beatificación y luego a la canonización de la Santa Transición, con unción de beatería. Cuando la Transición no vino sola, que hubo un señor al que ya por aquellos entonces llamaron "el motor del cambio", y que no era otro que éste que en noviembre cumplirá sus bodas de plata desde su proclamación como Rey de Todos los Españoles.

Me sorprende que en esta España llena de juancarlistas nadie esté pensando en organizar desde el Gobierno y desde las Instituciones del Estado las bodas de plata de la restauración de la Monarquía Parlamentaria precisamente en la persona de Don Juan Carlos. Como el que avisa no es traidor, como partidario de la Institución lo aviso, que aún estamos a tiempo de poder organizar el acontecimiento. ¿Por qué vamos a ser menos que los ingleses con el Silver Jubilee? Hombre, si aquí celebramos con arroz y gallos muertos los 100 años del Barsa, creo yo que los 25 años del suegro de un jugador de balonmano del Barsa son una mijita más importantes y se merecen algo más.

Y que conste que no hablo de la emisión de un sello conmemorativo por la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. *


Volver a Página Principal

Pinche para leer el Epoca de esta semana en InternetEpocaEl último número de la revista, en Internet