Guardia Civil ciberc@miner@

"Nadie pide que se dote con más medios técnicos y humanos a la lucha contra las nuevas fronteras del delito en el mundo de la informática"

Cuando el inolvidable Fernando Quiñones tenía terminada su gran novela de Las noches de Hortensia Romero y se creía el pobre que iba a ganar el premio Planeta en vez de la gloria literaria de escribir uno de los idiomas castellanos mejor plumeados en Andalucía en este siglo, me dijo un día sobre el original que ya estaba acabado:

-- Lo que más me gusta de Hortensia es que es una puta que hasta se inventa pecados nuevos...

--- ¿Cómo pecados nuevos, Fernando?

--- Sí, el borricate marroquino... ¿Tú sabes lo difícil que es inventar pecados nuevos en este mundo donde todos los pecados fueron ya inventados por Adán y Eva en el paraíso?

Ni Hortensia Romero ni su creador Fernando Quiñones llegaron a conocer este mundo informático, cibernético y programático, este mundo esdrújulo de ordenadores e Internet donde estamos todos, quieras que no, instalados, y donde se ha creado hasta una nueva especie de comerciantes que ni Fenicia ni Roma conocieron: el vendedor de humo. Se lanzan al mercado productos que aún no existen, que apenas tienen cuerpo real, y a las dos jornadas de cotización en la Bolsa ya han centuplicado su valor. Terra se llama la figura, que será, sí, una gran realidad hispana en el futuro de Internet, pero que hoy por hoy, al lado de American On Line y al lado de los grandes gigantes ni siquiera es un portal, apenas un portalito, aunque haya armado el Belén en la Bolsa y en el Ibex-35. Las empresas siderúrgicas, eléctricas, telefónicas, tienen unas instalaciones, unas fábricas, unos terrenos, unas redes de distribución. Desde que Bill Gates puso su chinchalito en un garaje a modo de sótano de Los Beatles, aquí ahora te puedes hacer millonario poniendo una tiendecita virtual de venta de, ¿qué digo yo?, de venta de bronceadores por Internet y prometiendo muy firmemente que al cabo de pocos años va a ser el negocio del siglo y del milenio. Dicen que la librería virtual americana Amazom vende más libros que todas las librerías convencionales, físicas y reales de los Estados Unidos, y así sucesivamente tenemos ya el banco por Internet, la compra del supermercado por Internet y hasta los sustos de la declaración de Hacienda por Internet...

Donde hay pecados nuevos. No hay día que en esta red satanizada, que dicen que carga el diablo, alguien aplica el ingenio de Bill Gates en un garaje no para crear un imperio y hacer avanzar tecnológicamente al mundo, sino para crear la versión virtual y cibernética del timo de la estampita, del nazareno, del tocomocho. Enrique Rubio podría enriquecer su Timoteca Nacional considerablemente con sólo ir recopilando todos esos delitos informáticos a cuyos autores localiza y detienen los servicios especializados de la Guardia Civil o de la Policía. Desde el muchacho que el consigue desde el ordenador de su casa volver locos a los bomberos del Bajo Llobregat dando llamadas falsas y órdenes de bromas, al niño de ESO que logra enchufar su teléfono al de una línea 900 y poder llevarse hablando las horas muertas con la novia que se echó en Benidorm este verano sin que a sus padres les cueste un duro la factura. Dicen que no hay nada tan peligroso como dar el número de la tarjeta de crédito a través de Internet. Pides por Internet el último libro de Javier Marías o de Fernando Savater, que ya son ganas, y te puedes encontrar con que te cargan en la cuenta del banco la compra de un yate en las Islas Caimán.

Si dicen que el Derecho va siempre por detrás de la sociedad, como los políticos ante las grandes movilizaciones populares contra la ETA, en el caso de la informática las leyes se han quedado en pañales cuando los delincuentes tienen ya hecha la mili y hasta nietos. Entrar en los ordenadores del Pentágono es por lo visto una de las cosas más fáciles del mundo, y nada digo de pintarrajear la fotografía oficial de Aznar que viene en la web de La Moncloa o entrar, como hacen los hackers en las páginas de la Guardia Civil o de la Policía. Las que precisamente se las ven y se las desean para poder vigilar tanto nuevo pecado informático en forma de delito que haría las delicias de Hortensia Romero y que agotaría la inmensa capacidad de fabulación que tenía el difunto y recordado Fernandito Quiñones.

Aquí todo el mundo pide más policía en su barrio, más vigilancia en las calles por las noches, más patrullas de la Guardia Civil de tráfico para evitar la sangría mortal de las carreteras. Nadie pide, en cambio, que se dote con más medios técnicos y humanos a la lucha contra estas nuevas fronteras del delito como es el mundo de la informática, donde cada día, a lo Hortensia Romero, alguien inventa el borricate marroquino para sacarle el dinero o las intimidades o los secretos empresariales a alguien. Pedir más medios, como desde aquí hago, para las unidades contra el fraude informático de la Guardia Civil o para el Grupo de Investigación de Delitos Informáticos de la Unidad Central de Policía Judicial sí que es poner a España a la altura de los tiempos. Esto sí que es modernidad y progreso, que los buenos tengan más medios que los malos. No podemos seguir con una Policía a lo Plinio de García Pavón cuando lo que necesitamos es una Guardia Civil Cibercaminera para la seguridad de las rutas de Internet.


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